CRÓNICA NEGRA | Robamotos no tienen paz con la miseria

CRÓNICA NEGRA |Resultado de imagen para roba motosRobamotos no tienen paz con la miseria Eucaris tomó aquel mototaxi para llegar a su casa; primero porque era amigo de su casa, segundo porque él, cuando la llevaba a ella, manejaba con mucho cuidado, porque sabía que ella no tenía experiencia en eso de andar en moto, y tercero porque ya se estaba haciendo de noche y le daba miedo andar a esa hora solita por allí. Lejos estaba de imaginar lo que el destino le tenía deparado.

Ciertamente cuando Eucaris llegó a la parada, ya los yises que suben para el sector La Pradera de Petare habían dejado de hacerlo por lo menos una hora antes, supuestamente por la inseguridad, pero también porque estaban confrontando muchos problemas con los repuestos y ahora la flota era mucho menor que hace unos seis meses. Ella venía cansada pese a sus 18 años de edad, porque permanecía todo el día en la calle, compartiendo las horas entre sus estudios de Derecho en la Universidad Santa María y de Administración en el Inces.
Falta de valor. Eucaris llamó a su hermano, tal y como solía hacerlo todas las noches al llegar a la parte baja para decirle que ya iba en camino. El hermano dejaba de hacer lo que estuviese haciendo y se dirigía hasta la calle principal para esperarla. El joven llegó y se entretuvo observando a dos hombres de aspecto miserable que se disputaban las sobras de comida de varias bolsas de basura con un perro amarillo hambriento que saltaba de un lado a otro moviendo con rapidez su colita, como queriendo decirles que le dejaran algo.
Varios mototaxistas llegaron al sector La Pradera y comenzaron a conversar, y de inmediato un grupo se arremolinó junto a ellos. El joven se acercó con disimulo para intentar escuchar algo de lo que hablaban, y tan solo logró escuchar “tirotearon a alguien allá abajo”. Un extraño presentimiento se apoderó de él, por lo que decidió preguntar, pero los mototaxistas le mintieron y le dijeron que no sabían quién era el herido. No tenían valor para decirle la verdad.
El joven llamó a unos familiares y les contó lo que había escuchado e igual les dijo que Eucaris no respondía el teléfono, por lo que bajaron a averiguar hasta el sector Graveuca, unos metros más abajo, para conocer a quién tirotearon.
Todos caminaban presurosos, casi corrían. Había vecinos parados en las puertas de sus casas y unos que otros los saludaban, pero ellos contestaban sin detenerse. Al llegar vieron a la gente arremolinada y de inmediato se acercaron a preguntar. “Fue una muchacha que venía en una moto” fue lo primero que les dijeron. Hasta que un señor se les acercó y les dijo “deberían irse de una vez para el Luciani, la muchacha iba muy mal, estaba botando sangre por el pecho”.
La emboscada. Eucaris salió de clases y se quedó conversando con unas compañeras de estudio, pues estaban cuadrando una exposición que debían realizar esa semana. Hacía mucho frío en la Santa María y la camioneta nada que llegaba. Todos tenían cara de cansados, pues la mayoría trabajaba de día para poder costearse sus estudios. Llegó la camioneta y en el camino siguieron conversando y poniéndose de acuerdo. Cuando llegaron a La California tampoco había camionetas y había mucha gente esperando. Se consiguió a una prima que comenzó a invitarla para ir a un cumpleaños, pero Eucaris le dijo que estaba muy cansada y además no estaba vestida como para ir a una fiesta, que quería llegar lo más pronto a su casa para bañarse, comer algo y acostarse.
“moto, moto, mototaxi”
La joven miró la hora y se percató de que ya habían pasado las ocho de la noche. En eso escuchó “moto, moto, mototaxi”, y volteó porque la voz era conocida. Era Carlos Molina, un mototaxista conocido de su familia y que la había llevado en otras ocasiones. La joven no lo pensó dos veces. Se vino con él.
agárrate duro
Ya se adentraban en las subidas que conducían al sector La Pradera cuando el joven le dijo “agárrate duro, mi niña, que estos carajos como que vienen con malas intenciones”. Eucaris comenzó a temblar. “Épale tú, tú eres policía, tú estás armado? Pégate para allá, vamos, pégate a la derecha”, le dijo uno de aquellos hombres que se desplazaban en dos motocicletas, al tiempo que los apuntaba con un arma de fuego. 
El mototaxista hizo una pirueta, aceleró y comenzó a desplazarse haciendo eses, pero casi de inmediato comenzaron a silbar las balas asesinas que provenían del arma de aquel hombre. Los dos cayeron al piso malheridos y los sujetos ni se inmutaron, los apartaron a un lado, tomaron la moto y se marcharon. La policía estima que los atacantes lograron alcanzarlos y pasarlos, pues ambos jóvenes presentaron disparos en el pecho, aunque el mototaxista sí logró sobrevivir.
Eucaris era la única hija hembra. Tenía un año en el Inces y dentro de poco iniciaría pasantías en la empresa de pañales y toallas sanitarias Plus Plus, en Guatire.
“Esto es un dolor muy grande, mi hija regresaba de estudiar, era muy estudiosa. Yo cuidaba a mi niña, a mi reina. Yo la llevaba a todos lados”, dijo su padre todo adolorido. Los asesinos aún no han sido capturados.
@Wilmerpoleo 

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