El asesinato de Shanda Sharer ESTADOS UNIDOS


Cuando el reportero Ron Grossman del Chicago Tribune escribió que la edad de la inocencia en New Albany, Indiana, terminó aproximadamente a las 10:45 de la mañana del 11 de enero de 1992, el periodista tenía motivos de sobra para sostener su discurso lapidario. En primer lugar tuvo acceso al reporte forense elaborado en torno al caso de Shanda Sharer, una adolescente de 12 años asesinada con una brutalidad inédita en la región. En segundo lugar, Grossman conoció los pormenores de las últimas horas de la joven, en lo que fue una lucha por vivir que sólo prolongó su agonía y alimentó el placer pervertido de sus verdugos.

Referirse al asesinato de Shanda Sharer es dar la razón a la vieja conseja de pueblo chico, infierno grande...

En realidad, New Albany no es un pueblo, es un suburbio, pero la misma observación aplica en lo que concierne a esos elegantes y aburridos asentamientos humanos cuyo exterior no refleja de ningún modo las pasiones que se cocinan debajo de una nata de pulcritud, comportamiento políticamente correcto y conservadurismo.

Shanda era la hija mayor de Clifton Sharer y Glenda Lawrence, una pareja que hasta antes de los sucesos violentos que arrasaron a su familia mantenía un perfil más bien bajo en la comunidad. El matrimonio ignoraba que Shanda tenía una marcada predilección por los individuos de su propio sexo. Al cursar el octavo grado en la Hazelwood Jr. High, Shanda se enamoró de su compañera Amanda Heavrin, de 14 años. Ambas mantuvieron un romance discreto, no tanto por el qué dirán sino porque Amanda aún era novia de Melinda Loveless, una joven de 16 años cuyos celos enfermizos lograban obnubilar su razonamiento.

Pronto Shanda fue objeto de amenazas y provocaciones por parte de Melinda, por lo que los padres de la primera tuvieron que cambiarla de colegio, matriculándola en una escuela católica privada. Aun con los temores que le despertaba Melinda, la relación entre Shanda y Amanda continuó hasta la Navidad de 1991. En teoría, la ruptura sentimental entre Amanda y Shanda calmaría las cosas. Pero Melinda ya había hecho sus planes y estaba dispuesta a cumplirlos a cualquier precio.

La mañana del 11 de enero de 1992, mientras cazaban en las inmediaciones de Lemon Road, los hermanos Foley tropezaron con el cadáver de una mujer. Excepto por unas pantimedias rasgadas a la altura de las rodillas, el cuerpo estaba desnudo y parcialmente quemado de la cintura para arriba. Las piernas estaban abiertas en compás, los brazos apuntando al cielo y los puños cerrados.

el ano de la víctima estaba inusualmente dilatado


En lo que corresponde al rostro de la hasta ese momento desconocida, los ojos estaban en blanco, la boca completamente abierta, exponiendo los dientes y con la lengua fuera. El forense Curtis Wells corroboró que se había utilizado un líquido flamable para quemar el cuerpo. Asimismo observó que el ano de la víctima estaba inusualmente dilatado, lo que significaba que había sufrido agresión sexual antes, durante o después de la muerte.

 EL EXAMEN 

El examen forense arrojó datos más inquietantes: había marcas de ligaduras y laceraciones en muñecas, cuello y tobillos; las laceraciones en el ano indicaban la presencia de un objeto de por lo menos tres pulgadas de diámetro; los residuos de sangrado rectal denotaban que la víctima estaba viva al sufrir las agresiones; y seguía viva al momento en que su o sus verdugos le prendieron fuego.

El perito forense calculó en diez horas el suplicio que sufrió la joven antes de fallecer.

Melinda Loveless
La noche del 10 de enero de 1992, Melinda Loveless se reunió con Laurie Tackett, de 17 años, quien, a su vez, invitó a sus amigas Hope Rippey y Toni Lawrence, ambas de 15. Melinda explicó su plan al grupo y, una vez aceptado, fueron en busca de Shanda Sharer. Ésta inicialmente no quiso acompañar a las chicas, pues no conocía a ninguna de ellas. Fue a Laurie a la que se ocurrió engañar a Shanda, diciéndole que más tarde Amanda Heavrin se uniría a la fiesta en un lugar llamado “el castillo de las brujas”, una construcción abandonada en el bosque. Laurie dijo que el grupo iría a un concierto de punk y que, de regreso, pasarían por ella. Shanda aceptó.

Alrededor de la medianoche, las jóvenes pasaron por Shanda. Melinda iba en el asiento de atrás, cubierta por una sábana. Con el auto en movimiento, cuando Shanda preguntó dónde estaba Amanda, Melinda se despojó de la sábana y grito ¡sorpresa!, al tiempo que colocaba una navaja en la garganta de Shanda.

En medio de un martirio de varias horas, Shanda Sharer fue víctima de un extenso catálogo de agresiones. Su sufrimiento se tradujo en una jornada de diversión para sus victimarias, quienes a la mañana siguiente desayunaron tranquilamente en un McDonald´s mientras reían al recordar las gesticulaciones de dolor de Shanda, quien se aferró tenazmente a la vida no obstante el dolor que padeció desde el momento en que decidió abordar el vehículo de sus ejecutoras.

Melina Loveless y Laurie Tackett fueron sentenciadas a 60 años de prisión, con posibilidades de solicitar su libertad condicional en 2022. Hope Rippey fue condenada a 50 años de encierro, aunque en el 2017 podría salir por buena conducta. Toni Lawrence recibió 20 años de castigo, una pena menor a la de sus compañeras debido a que hizo un pactó de delación con las autoridades. El 14 de diciembre de 2000, 12 años antes de lo estipulado, Lawrence quedó en libertad.

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