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Los educadores también emigran. Como muchos venezolanos, en los últimos años, maestros y profesores se van a otros países en búsqueda de una mejor calidad de vida, sin la certeza de continuar ejerciendo su vocación. Esta movilización preocupa en particular a las instituciones que forman docentes porque ocupar los puestos vacantes en escuelas, y universidades es cada vez un reto mayor.
El rector de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (Upel), Raúl López Sayago, indicó que en el 2017 uno de las mayores dificultades que enfrentaron, a demás del déficit presupuestario, fue precisamente la deserción de estudiantes y profesores que decidieron irse al extranjero. Aseguró que este escenario se repite en otras casas de estudio públicas y privadas a lo largo del territorio nacional.
Precisó, en una entrevista publicada en sitio web de la Upel, que el año pasado, firmó 10.000 solicitudes de certificaciones de notas de egresados que aspiraban irse del país. “Eso significa que estamos formando profesionales en la Universidad, para que vayan a aportar al desarrollo y progreso de otras naciones”, señala el texto.
Enrique Planchart, rector de la Universidad Simón Bolívar, relató que a los profesores de esa casa de estudios les llegan con frecuencia ofertas de instituciones de educación superior enColombia, Ecuador, Chile y Brasil. Añadió que la dificultad de reponer los cargos se debe a que no solo se va el personal con más experiencia sino que también renuncian jóvenes que aún se están formando.
Irse con un empleo en su área es el mejor de los panoramas. Pero muchos deben buscar trabajos para los que, en la mayoría de los casos, están sobrecalificados.
David Petit es licenciado en Ciencias Políticas y Administrativas de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y especialista en Derecho y Política Internacionales. Entre 2010 y 2016 dio clases en la UCV, la USB y la Universidad Católica Andrés Bello, en asignaturas relacionadas a la Historia y Relaciones Internacionales.
“Me llevó a dar clases la pasión que tengo por la investigación y la posibilidad de poder servir, ser útil y devolverle a la universidad y al país todo lo que me dio”, cuenta vía WhatsApp el joven de 35 años de edad que desde 2017 reside en Santiago de Chile. Considera que la situación comenzó a empeorar para los profesores universitarios desde 2013, no solo en lo económico, sino en lo académico porque la falta de recursos en la universidad dificultaba continuar formándose.
Además en ocasiones, impartir cátedra era una tarea de riesgo. Relata que vivió cómo donde era profesor llegó a ser rodeado el recinto universitario por grupos políticos afectos al Gobierno e incluso, durante las protestas de 2014, resultó agredido físicamente.
Ante la sensación de que no habría una pronta salida a la crisis del país, decidió migrar. Se estableció en Santiago con su esposa, donde ha tenido varios empleos no vinculados a la academia. Sin embargo, a penas se dio la oportunidad se postuló con éxito a un doctorado en Historia en tres diferentes universidades de ese país. Finalmente se decidió por la Pontificia Universidad Católica de Chile, donde cursa estudios becado.
Yamil Guarín siempre sintió interés por enseñar. Cuando aprobó el segundo semestre de Bioanálisis en la UCV, incursionó como preparador de matemática y así siguió durante el resto de la carrera. Se graduó en noviembre de 2012 y con el impulso de una tutora, comenzó a dar clases de Bioquímica II y Bioquímica I como profesor de medio tiempo. Recuerda que, ya en 2013 la crisis se había agudizado en la universidad y había varios cargos desiertos.
En paralelo, Guarín desarrollaba su línea de investigación sobre lípidos y su asociación con polimorfismos genéticos. Dentro de sus planes estaba hacer un doctorado, pero la falta de materiales le impedirían hacerlo en el tiempo previsto. Desde Buenos Aires, Argentina, recuerda que la baja remuneración era una piedra en el camino para él y sus colegas. “Se necesitaba tener otros trabajos para poder sobrevivir. Recuerdo a una profesora, colega, que dejaba de comer para alimentar a su hija”, dice.
El joven de 28 años de edad trabaja actualmente en un laboratorio. Desea concretar unposgrado y, si se da la oportunidad, volver a dar clases.
Adrian Pereira, comenzó a dar clases en bachillerato en un colegio privado de La Castellana, en el municipio Chacao. Resultó que conseguir un cargo en un colegio público era un proceso más complicado. Él estudió Historia en la Universidad Central de Venezuela y, a la mitad de la carrera, comenzó a cursar Educación, como parte de un convenio que tenían ambas escuelas de la Facultad de Humanidades para paliar el déficit de docentes.
Piensa que, en muchos sentidos, los educadores son el motor productivo de una sociedad: “Sin ellos no habría jóvenes formados para las distintas áreas laborales”.
Estuvo tres años dando clases de Historia de Venezuela y Geografía, entró con unas 16 horas y para cuando se fue, ya ocupaba 36. Tuvo que dictar otras materias como Educación Familiar y Ciudadana porque no había quien profesores. Para equilibrar sus finanzas, tenía un segundo trabajo.
“Cuando salí en 2015, era el único profesor de Historia que había (en ese centro educativo)”, rememora. La inestabilidad económica y emocional lo hizo tomar la decisión de migrar a Chile hace 11 meses, donde trabaja como asistente de un profesor universitario.
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