Crónica Negra | “Mami esos hombres me miran muy feo”

Crónica Negra | “Mami esos hombres me miran muy feo”

El muchacho se extrañó que Mayerlin no le contestara las llamadas ni ninguno de los mensajes que le había dejado por el teléfono, pues casualmente el día anterior se habían reconciliado luego de permanecer casi un mes bravos. Lo menos que se imagina es que la adolescente de quince años, ya no le volvería a contestar más nunca las llamadas. Le reconciliación fue de los más tierna y sencilla. Se encontraron en la bodega y el le compró un refresco y un pepito y se lo regaló y la chiquilla, en agradecimiento, le dio un besito en el cachete. Cuando ya se marchaba él le pregunto si volvían a ser novios de nuevo y ella le respondió “claro que si tontito” y se fue toda nerviosita para su casa a contarle a su mamá.
Aquella mañana cuando la policía se lo llevó retenido para interrogarlo por el crimen de ella, el chico no paró de llorar y los funcionarios le creyeron, pues caso como ese han visto miles y saben de entrada cuando alguien les está mintiendo y cuando algunas lágrimas pudieran ser fingidas.
Pero hubo un pequeño aporte en las declaraciones del muchacho que, en definitiva, fue vital para el esclarecimiento del abominable crimen de la estudiante de noveno grado, ultrajada y estrangulada en una vivienda del barrio Villa Margarita, en el municipio San Francisco del estado Zulia. El jovencito les dijo a los policías que habían quedado en verse para ir a cantar a la iglesia evangélica y que, en vista de que no contestaba las llamadas ni los mensajes, había mandado a una amiga de ellos a preguntarle si asistiría o no y Mayerlin medio asomó la cabeza por la puerta de la casa y le dijo que no, que no se sentía bien. Pero la chica agregó que su amiga estaba como rara, como asustada y que había un hombre parado en la casa de al lado que la miraba muy feo y le sacó la lengua cuando se venía.


Cita con la muerte. 

La señora salió temprano porque se sentía mal y quiso que la viera un médico del ambulatorio y dejó a su hija al cuidado del pequeño Samuel, un chico de 4 años con dificultades de aprendizaje. Los dos hombres de 39 y 41 años de edad estaban en el patio de la casa de al lado y simulaban barrer el patio y quemar una basura. Dentro del rancho de latón se dejaba escuchar un vallenato a todo volumen.
El sol estaba particularmente implacable a esa hora del mediodía y los ranchos de latón parecían calderos en los que se asaban dosificadamente las neuronas y los cuerpos de la gente. Las calles estaban desiertas, pues ni los perros eran capaces de aguantar aquel clima seco, ardiente y pegostoso y yacían echados debajo de las matas altas.
Don Puncio no estaba sentado en su sillita, tal y como solía hacerlo todas las mañanas, porque también se había ido al médico temprano.


   LA MALDAD 
Los hombres esperaron unos minutos hasta que se decidieron saltar una cerca pequeña que separa las dos viviendas y se introdujeron en el rancho de acerolit pintado de color rosado y sorprendieron a la adolescente mientras lavaba unos platos. Uno de los hombres le tapó la boca y la tomó cargada, mientras el otro la agarró por ambas piernas y la arrojaron contra un colchón que estaba aún caliente, pues la familia se acababa de levantar. El niño comenzó a llorar, mientras la jovencita agotaba todas sus fuerzas en un intento por evitar que la ultrajaran y le hizo varios arañazos en el rostro y el pecho a sus agresores, aunque ello le costó que fuese golpeada con rudeza. Estaba a punto de perder el conocimiento cuando percibió el ultraje. El niño intentó meterse en el medio y también fue golpeado y salió y se puso a llorar en un rincón sin hallar que hacer.
Aquellos dos hombres tenían menos de un mes que habían llegado a Villa Margarita. Don Puncio, que lo sabe todo, porque desde su silla de mimbre es mucho lo que oye y lo que ve, me comentó que ambos eran colombianos y que al parecer se venían huyendo desde Paraguaipoa porque allá mataron a un hombre.

El hallazgo. 

Al rato, cuando llegó la hermana de la adolescente se sorprendió de ver al niño sentado en el patio, al lado de una montaña de arena, con los ojos morados y toda la carita sucia, con una mezcla de lágrimas y tierra. “Un teñol me pego mami y a mi Maye también”, le dijo el niño a su madre y comenzó a llorar de nuevo. La mujer corrió al rancho temiendo lo peor y comenzó a llamar a la adolescente. No podía entrar porque la puerta estaba como atascada con algo. Era el cuerpo de su hermana, que yacía desnuda y con un mecate amarrado al cuello.
Los vecinos comenzaron a preguntar por todos lados si alguien había visto algo raro y al grupo de unió Luis Eduardo, el vecino de al lado, quien simulaba estar consternado. Una vecina le descubrió varios arañazos en el cuello y se lo comunicó a la policía.

EL NOVIO 
Ya la policía había interrogado al novio de la infortunada y a una amiguita de ella que fue a buscarla aquella tarde para ir a cantar a la iglesia y llegaban al barrio con la intención de interrogar al vecino. Cuando les dijeron lo de los rasguños, ya no tenían duda de que era el responsable.

LOS CULPABLES   SE CONFESARON 
Luis Hernández fue detenido como el principal sospechoso y no sólo confesó su atroz crimen en la sede del Cicpc sino que delató a su cuñado, Raúl Paz, quien también fue detenido. Les realizaron seis experticias y todas resultaron positivas. Luego se supo que tras asesinar a la adolescente se robaron un aceite y una licuadora de la casa y que intentaron vender el aceite en una bodega de la zona.

 se les quedaban mirando a las mujeres del barrio de una manera morbosa
 
Don Puncio dijo que él desde hace días los venía vigilando, porque ya había escuchado varios rumores de que los dos hombres se les quedaban mirando a las mujeres del barrio de una manera morbosa e incluso en una ocasión la niña Mayerlin le dijo a su mama “ese hombre me mira feo, como si me quisiera desnudar”.



Amenazas. Parientes de la infortunada adolescente denunciaron ante el Cicpc y el Ministerio Público que los familiares de los dos detenidos los están amenazando de muerte.
Ángel González, apodado el “Pacho”, hermano de Paz y cuñado de Hernández, les gritó en tono amenazador: “Esto no se va a quedar así”.
Afirmaron que también intentan amedrentar a la única testigo. “Pedimos protección, esa gente es guajira y tienen fama de ser peligrosos”.

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