Kunfuteca loco se echó al pico sus padres y 17 vecinos CHINA

Miércoles Criminal, 11 octubre 2016/ Cristian Antonio Cooz
Notitarde.- Dicen que cuando se miente una vez, hay que seguir mintiendo para cubrir la mentira inicial y que eso se convierte en una cadena de mentiras casi interminable, pero que alguna vez se rompe por el eslabón más tonto o el que parecía más seguro.

Eso también puede aplicarse a los crímenes. Una vez que los criminales han probado sangre, ya no pueden parar y deben seguir adelante como vampiros sedientos, pues una vez que le han agarrado el macabro gusto, su alma, su corazón y su mente se transforman en una cosa siniestra que los lleva a los infiernos, de donde muy pocos han podido regresar.
Kunfuteca loco se echó al pico sus padres y 17 vecinos
Algunos dicen que esto fue precisamente lo que le pasó a Yung Quinppey, de 27 años de edad, un habitante de Villa Yema, condado de Huize, provincia de Yunnan, al sureste de la República Popular China.

Al parecer, este muchacho era conocido como alguien cordial, atento, amoroso con sus padres y estudiantes y practicante de las enseñanzas filosóficas del Budismo y Taoismo fundamental del Kung Fu.

El Bruce Lee de Villa Yema

Los habitantes de esta villa rural y bucólica, como salida de los cuentos chinos tradicionales, con casas armoniosas con tejados de descolorido rojo y muchas veces arropados por moho, con esquinas dirigidas hacia el cielo, que les da el aspecto de acogedoras pagodas, conocían muy bien o creían conocer- a Yung y lo sabían un sujeto bueno, admirador de los monjes Shaolin, de los que seguía todos los preceptos y enseñanzas morales y espirituales.

Tanto lo apreciaban los habitantes de Villa Yema, que muchos, por su entrega, pasión por la justicia, humildad y sus brutales aptitudes para el Kung Fu, lo llamaban el Bruce Lee de Villa Yema.

Se dice que más de una vez Yung le partió la madre a más de un abusador que llegaba al pueblo queriendo arrollar a sus habitantes; pero que antes, había evitado todo lo posible usar su Kung Fu, el cual sabía que era solo un arte marcial no para la guerra, sino para la paz, la armonía y la compenetración con la naturaleza.

El apostador Kunfuteca loco

Lo más penoso de este relato de los pobladores de Villa Yema, es que jamás de los jamases pensaron que Yung fuera capaz de hacerle daño ni a una mosca. Se olvidaban del aforismo occidental que reza que el diablo antes de ser diablo, era un ángel.

Lo cierto de todo era que Yung tenía su lado oscuro como todo el mundo. Era un apostador compulsivo. Había contemplado la posibilidad de abrir esa caja de pandora y dejarse seducir por el mal, como al parecer, había dicho en febrero de 2014 a su amigo Fo Wong, mientras estaban reunidos en una taberna de la capital provincial de Kunming, a 200 kilómetros de Villa Yema, que la bondad no le había llevado a ninguna parte y que a veces pensaba en ser malo, para obtener dinero y salir de aquel estancamiento en su perdida villa.

Quizás fue con esa declaración a su amigo Fo, que Yung se fue transformando en el Kunfuteca Loco, como sería conocido luego de los acontecimientos sangrientos que estaba a punto de protagonizar.

Fue ahí, donde Yung iba frecuentemente a trabajar y donde observaba tanta belleza y prosperidad, en Kunming, capital de la provincia de Yunnan, también conocida como Ciudad de la Primavera, situada al norte del lago Dian, donde el demonio de la locura mezclado en las botellas de alcohol que consumía, se le metió en el alma.

La fatídica tarde del martes 27 de septiembre de 2016, como de costumbre, Yung había vuelto a la villa luego de varios días de ausencia por cuestiones de trabajo en la ciudad de Kunming.

Al caer la noche y bajar a cenar en la modesta casa donde vivía con sus padres, estos últimos comenzaron a exigirle más dinero, pues el que estaba consiguiendo con su trabajo en Kunming, apenas les alcanzaba para la comida y manutención de los tres en la vivienda. Le exigieron que dejara de apostar lo que se ganaba, porque eso iba a llevarlos a todos a la ruina y hasta podían perder la casa.

Atribulado al principio y mortalmente furioso después, Yung les habría lanzado una mirada fría por toda respuesta, se levantó de la mesa sin comer y se fue a su habitación, donde se zampó al menos dos botellas del poderoso licor destilado de arroz conocido como Baijiu.

A eso de las 12 y pico de la madrugada del miércoles, Yung bajó tambaleando del segundo piso de la vivienda y como una sombra, abrió en silencio la puerta de la calle, salió hacia la casucha adyacente que utilizaba para meditar y donde tenía filosas espadas y dagas.

Armado así como los antiguos guerreros de distintas dinastías, volvió a entrar en la casa sin apenas hacer ruido, pese a la pea que tenía encima. Se dirigió a la habitación de sus padres y ahí& consumó la masacre por la que perdería su alma. Se había convertido para siempre en el Kunfuteca Loco.

Los padres apenas si se dieron cuenta de lo que les sucedió. En pocos segundos las hojas de los sables les habían decapitado en su propio lecho y luego, fueron descuartizados con escalofriante precisión.

A la mañana siguiente

A la mañana siguiente, Yung se despertó en su cama y observó que las espadas y dagas estaban a su alrededor, y que peor aún, estaba de pies a cabeza manchado de sangre. Con un dolor de cabeza descomunal, se dio cuenta de lo que había hecho.

Ese día no bajó. Lo dedicó a consumir muchas más botellas del espirituoso elixir Baijiu para poder emprender la segunda parte de su plan maldito.

Como dicen en China y en cualquier parte del mundo, pueblo pequeño, infierno grande, a todos los vecinos les llamó poderosamente la atención que en la casa de los Quinppey no se hubiera visto ninguna actividad en todo el día. Eso era muy sospechoso y ya todos los vecinos murmuraban que si al otro día nadie abría las puertas, llamarían a la policía.

Lo que no sabían, era que Yung intentaría callarlos para siempre. Sabiendo que la barbarie que había cometido se sabría tarde o temprano, Yung había planeado esperar la nueva noche para salir y asesinar a todos y cada uno de los habitantes de villa Yema, y luego, quitarse la vida. Así, moriría también, pero nadie sabría que él había sido el autor de tan monstruoso acto.

Quería exterminar a toda la villa

Seguramente la policía le echaría la culpa a alguna banda de forajidos que abundaban por las montañas, y su honor y su memoria, quedaría limpia para la posteridad. Quizás incluso le erigieran una estatua al creer que había muerto protegiendo su villa.

Entre la noche del miércoles y la madrugada del jueves, Yung salió de su casa como un demonio armado con las espadas que relumbraban con la luz de la luna. Saltando de techo en techo, se metió a muchas viviendas, liquidando sin piedad a hombres, mujeres y niños.

Su sed de sangre era tal, que habría logrado asesinar a todos sus vecinos, pero los horrorosos gritos de las víctimas, alertaron a los demás de que la muerte andaba suelta de techo en techo. Solo alcanzaría a liquidar a 17 personas.

Un cuento chino

Muchos lograron salir de sus casas a la carrera. Se echaron carretera arriba hasta lograr dar con un puesto policial donde se armaron varias patrullas que llegaron hasta villa Yema. Con la salida del sol, lo que encontraron los policías del condado de Huize, fue verdaderamente horroroso. Una verdadera carnicería. Había personas mutiladas y decapitadas por todas partes y la sangre corría como ríos por las calles de la modesta urbe.

A Yung no le dio tiempo de asesinar a todos, así que decidió que como ya se iba a saber todo, no iba a suicidarse, sino que iba a escapar para un sitio donde nunca pudieran encontrarlo.

La verdad, solo llegó hasta la ciudad de Kunming, donde lo detuvo la policía la mañana del viernes. El escalofriante caso corrió como pólvora encendida en la ancestral China, cruzando los mares para ser conocido en el resto del mundo.

Algunos creen que el caso, conocido como la masacre del Kunfuteca Loco, es un cuento chino, pero no, es una aterradora historia de la vida real.

Publicar un comentario

0 Comentarios