CREO QUE esto ya lo he
escrito. Lo sé: me repito. Hay pocas cosas que me motiven a la hora de
enfrentarme al cursor parpadeante de la pantalla del ordenador. Antes me
ponía música, pero he dejado de hacerlo. La música me lleva a divagar y
acabo descartando párrafos enteros. He optado por quedarme en silencio,
oscilar la cabeza 30 grados a la izquierda, elevar los ojos y esperar a
que ocurra algo. Me lo dijo hace un mes un compañero que trabajaba en
la mesa de enfrente. «¿Sabes que cuando buscas una palabra miras inconscientemente al techo?» Ni idea, la verdad. Hoy
me veo repitiendo el gesto a la caza no de un adjetivo, sino de un
enfoque, porque he decidido de qué iba a escribir esta mañana. Mientras
tomaba un café y leía el periódico en la bodega de la calle Morey. He
visto los restos del coche, el corte característico de la radial de los
bomberos en una de las puertas. No había sangre, sólo hierros
retorcidos. He leído que murió toda la familia. Eran cuatro: padre, madre y dos hijas, de 7 y 11 años. Turistas alemanes en un paraje solitario de Mallorca.
Un trágico despiste. En mi carretera favorita, la de Son Serra de
Marina, por la que me gusta conducir despacio, recreándome en el
paisaje, mientras escucho 38 bucks, de Toni Monserrat Inc., y mi mujer y mis dos hijos dormitan en sus asientos. Nosotros también somos cuatro. De
joven hice muchas fotos de coches destrozados. Yo fui joven, ¿saben?,
pero todos esos coches fueron minando mi juventud. Porque nunca pude
entenderlo. Intenté disimular, hice como que la muerte no me afectaba,
pero las mantas y los zapatos en el asfalto se me aparecían en cualquier momento, incluso estando despierto. Los
accidentes con muchos muertos eran, por desgracia, bastante frecuentes
en los primeros 90, cuando yo recolectaba desgracias para las páginas de
sucesos de este diario. A la vieja carretera de Alcúdia la llamábamos
«de la muerte» y las cifras que entonces nos pasaba por fax la Jefatura
de Tráfico para el balance anual producían escalofríos a pesar de que,
según advertía un asterisco, no estaban contabilizados los heridos
graves fallecidos después de 72 horas. Raro era al día que, al hacer la
ronda de las ocho, la Guardia Civil no te pasaba un «muerto de tráfico»
al que había que buscar media columna en alguna página. Escribías la
noticia a toda prisa (te bastaban cuatro datos) y te ibas a casa sin ser consciente de que todas esas desgracias sin sentido no caían en saco roto ni te hacían más fuerte. Todo lo contrario: eran como los golpes que se van acumulando en la cabeza de un boxeador. Hasta dejarte bien sonado.http://www.elmundo.es/baleares/2016/09/01/57c7eb3ae2704e347e8b4586.html
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