Éxodo venezolano: Colombia no podrá sola

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11 de febrero 2018 , 12:46 p.m.
En menos de una década, sin estar preparada para ello, a Colombia le llegó una oleada de inmigrantes que supera la población de capitales como Bucaramanga o Ibagué. Solo por puntos fronterizos legales, se calcula que son cerca de 600.000 venezolanos que han cruzado a nuestro país huyendo de su patria por cuenta de la megacrisis social, económica y política desatada por el régimen de Nicolás Maduro. Y a esto habría que sumarles los cientos de pasos ilegales que existen a lo largo de los más de 2.200 kilómetros de frontera terrestre entre las dos naciones, de La Guajira a la Orinoquia.
En 20 años, los mismos que lleva en el poder el chavismo, los papeles tradicionales entre Colombia y Venezuela se invirtieron. En ese lapso, Colombia logró reducir el número de asesinatos por año de casi 30.000 a menos de 12.000 en el 2017. Mientras tanto, la tasa de homicidios en el vecino país se trepó a 89 por cada cien mil habitantes y Caracas es hoy una de las capitales más peligrosas del mundo.
También giró en 180 grados la ruta de los que buscaban un mejor futuro al otro lado de la frontera. Venezuela tiene una inflación que llegó al 2.600 % en el 2017 y un trabajador de salario mínimo gana 3 dólares al mes (al cambio no oficial, más alto). A lo que se suma una escasez cada vez peor de toda clase de productos.

Esta semana, el presidente Juan Manuel Santos lanzó en Cúcuta una nueva estrategia que, en esencia, intenta ponerle orden a la llegada de venezolanos. Pero no será una tarea fácil. Cada día, según Migración Colombia, unas 37.000 personas están cruzando desde el otro lado de la frontera para rebuscarse alimentos y medicinas. Son los protagonistas de lo que los expertos denominan ‘migración pendular’, y para entrar a nuestro país usan la Tarjeta de Movilidad Fronteriza, que les ha permitido a por lo menos 1,5 millones de personas ingresar sin mayores trabas a Colombia por un corto periodo para proveerse de artículos básicos, buscar atención médica o trabajar por pocos días en labores del campo y otros trabajos no calificados.

Esa tarjeta de movilidad –cuya expedición se acabó esta semana, aunque siguen vigentes las entregadas con anterioridad– se convirtió en los últimos dos años en una tabla de salvación para muchos vecinos. A tal punto que llegó a ser usual que habitantes de los estados de frontera las tramitaran para sus familiares del interior y se las dieran como regalos de Navidad y cumpleaños.
Los que no regresan con sus mercados se llevan, escondidos, los dólares que compran con los pesos que reciben por esas jornadas. Al otro lado de la frontera la diferencia entre el cambio oficial y el mercado negro puede ser de 100 a uno. Pero cada cruce de frontera es una aventura. No solo por los atracadores que acechan las trochas, sino porque es frecuente que la Guardia Nacional Venezolana los despoje de todo lo que llevan, sin consideración alguna. 

La mayoría –unos 35.000– estaban regresando a sus casas el mismo día o en los siguientes, pero cada vez son más los que deciden quedarse en Colombia o comenzar un viaje hacia otros países.

Migración Colombia reportó a finales del 2017 que existen unos 550.000 venezolanos en condición regular o irregular en el país, un 62 por ciento más con respecto a un informe de mediados del año. Y en el último mes habrían llegado al menos 50.000 más. Muchos tienen familia en Colombia y han encontrado maneras de acomodarse en ciudades como Bogotá, Bucaramanga y Barranquilla. 

Otros siguen de largo y usan nuestro territorio como puente. Ecuador, Perú, Chile, Estados Unidos, Panamá, México, España, Argentina, Brasil y Costa Rica son, en ese orden, los destinos a los que se dirigen, según las estadísticas de Migración Colombia.

Los que ya se han quedado y, sobre todo, los que pueden llegar, representan uno de los más grandes retos que haya vivido Colombia. El Gobierno, que desde el 2015 viene preparándose para este escenario, incluso ha enviado a varios de sus más altos funcionarios a Turquía y otras naciones que han enfrentado los efectos de la crisis humanitaria por la guerra en Siria (5,4 millones de refugiados desde el 2011, según Acnur).

El plan desplegado esta semana forma parte de esa estrategia. En esencia, lo que se ha pretendido es facilitar el ingreso de los vecinos pero tratando de formalizarlos, de tal manera que no terminen siendo pasto para la informalidad o, peor aún, la ilegalidad.
Eso, de hecho, ya está pasando. Aunque siguen siendo marginales, las capturas de venezolanos por delitos comunes van en aumento en el país. Así, el año pasado fueron 2.076, que equivalen a un 0,8 por ciento de las 243.487 realizadas por las autoridades en toda Colombia. Pero tan solo en enero de este año fueron 407, el 1,6 del total nacional (24.031).

El tema venezolano también está en la agenda de seguridad nacional. El objetivo de acabar con el enclave cocalero del Catatumbo (el segundo más grande del país, con más de 24.000 hectáreas y el que más ha crecido en los últimos tres años) podría verse en jaque ante la eventual llegada de mano de obra barata para los narcos desde el otro lado de la frontera. Y la condición de vulnerabilidad de los inmigrantes también podría proveer de carne de cañón al Eln y bandas como ‘los Úsuga’.
La explotación los ronda. En los últimos años más de 600 empresas y negocios han sido sancionados por contratar venezolanos en condición de ilegalidad. “No les pagan ni siquiera el salario mínimo, no los afilian a seguridad social y en muchas oportunidades a final de mes los botan sin un peso, aprovechándose de que no pueden reclamar por su condición de ilegales”, explica una autoridad que conoce la problemática. Uno de los negocios multados es un local en Bucaramanga en el que once jóvenes venezolanas ejercían la prostitución.

A esto se suman algunos brotes de xenofobia que han sido azuzados desde redes sociales y que están enmarcados en la polarización de las campañas para Congreso y presidencia. “Hacemos una llamada al pueblo colombiano para ser solidarios con ellos y brindarles nuestra ayuda”, dice Jozef Merkx, representante de Acnur en Colombia. Esos episodios de discriminación, además, desconocen de plano cómo por casi 40 años Venezuela fue la fuente de ingresos para millones de colombianos que buscaron allí un mejor futuro para ellos y para sus familias en Colombia en los tiempos de la bonanza petrolera.
Responsabilidad compartida
El escenario más extremo, el de los campos de refugiados con miles de personas atendidas con ayuda de las Naciones Unidas, también está previsto. En él, la pauta sería marcada por la Unidad Nacional para la Gestión de Riesgo de Desastres, que atendió, por ejemplo, la tragedia de la avalancha que destruyó el centro de Mocoa.

Pero, advierten todos los analistas, la magnitud que ya tiene la crisis venezolana y, sobre todo, las mínimas posibilidades para que se resuelva o minimice en el corto plazo podrían desbordar las previsiones y capacidades de Colombia. 

Por eso, dice Jorge Humberto Botero, presidente del Consejo Gremial, este “es un reto que Colombia no puede asumir sola, el Gobierno de manera vehemente debe pedir ayuda a la comunidad internacional”. Esos contactos quedaron en evidencia en la visita de esta semana del secretario de Estado de los Estados Unidos, Rex Tillerson, y han sido permanentes con Naciones Unidas. Otros analistas señalan la necesidad de llevar el tema a la OEA.

“La llegada de ciudadanos de Venezuela no se va a detener y las elecciones de abril pueden llevar a una intensificación del éxodo”, anota Ronal Rodríguez, investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario. Por lo que el exministro y exdiplomático Fernando Cepeda Ulloa, considera que Colombia tendría que pensar en liderar “un movimiento regional” para atender la crisis humanitaria.
Andrés Molano, catedrático de la Universidad del Rosario, remata: “La situación requiere mecanismos de responsabilidad compartida. Ningún país del mundo está preparado para recibir ese tipo de flujos migratorios”.Migración venezolana

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4 Comentarios

  1. "Cientos de miles" son las mentiras

    En el contexto de la guerra psicológica que se desarrolla contra Venezuela en este momento, matrices de opinión se lanzan desde el propio país como un búmeran que viaja hasta los Estados Unidos a validarse en sus empresas de comunicación y retornar para confundir a la población, con el objetivo de sembrar miedo e incertidumbre.

    Esta es la ruta que recorrió la más reciente "noticia" sobre la emigración venezolana: el domingo 12 de febrero el periódico colombiano El Tiempo publicó una entrevista a un sociólogo venezolano que aporta datos inciertos y tendenciosos sobre la emigración venezolana: dice que 4 millones de venezolanos han emigrado, casi la mitad en los últimos dos años. Cabe acotar que éste es un periódico recientemente vendido por la familia del presidente Santos, que ha sido su propietaria histórica, pero como parte del acuerdo de venta se conserva en la directiva desde donde define la línea editorial.

    Al día siguiente, el 13 de febrero en la madrugada, The Wall Street Journal (WSJ) tomó ese mismo artículo, citó los mismos datos falaces pero enfatiza en la comparación con la situación de Siria. La matriz que recorre el eje Colombia-EEUU llega a Venezuela a través de los medios de la oposición venezolana como La Patilla, que publicó una traducción de la versión de WSJ.

    ¿Pero quién aporta las declaraciones para generar esta matriz de opinión? Se trata del sociólogo Tomás Páez, quien como profesional se ha dedicado a investigar sobre empresas y emprendimientos, pero que en los últimos años ha incursionado en el tema de la "diáspora venezolana", por supuesto con un evidente sesgo político que comienza a evidenciarse cuando asegura que el 97% de la emigración venezolana ha salido del país desde el triunfo del Comandante Chávez.

    Además este catedrático devenido en opinador se presenta en la citada entrevista como representante del Observatorio Hannah Arendt. Esta organización, dirigida por el conocido sacerdote golpista Luis Ugalde, entregó en el año 2015 el Premio Heinz Sonntag de la Juventud 2015-2017 "en reconocimiento por su trayectoria y constancia en la defensa de los valores democráticos, la convivencia y la paz" nada menos que a David Smolansky, ex alcalde de El Hatillo y dirigente nacional de Voluntad Popular.
    Los números en las sombras

    WSJ utiliza las cifras de inmigración dadas por Colombia para simular el "éxodo masivo", según el gobierno del vecino país 550 mil venezolanos emigraron a Colombia, lo que le permite comparar a Venezuela con los desplazados de Siria y Myanmar.

    Estas cifras han sido tan contradictorias que el gobernador del Departamento de Bolívar, miembro del partido liberal, denunció la semana pasada su inconsistencia. Aproximadamente el 70% de las personas que ingresan por la frontera con Colombia son nacidas en este país, es decir, lo que sucede en realidad es un retorno de colombianos o de familias "mixtas", no un crecimiento épico de la inmigración venezolana como quiere hacer ver el WSJ.

    Pero si a pesar del evidente compromiso político del vocero se pretende rescatar los datos que aporta, se imponen algunos retos intelectuales.

    Estas mentiras tienen obviamente muy claros sus objetivos políticos y económicos

    El primero es asumir equivocamente -como lo hace el WSJ- que un "migrante" y un "refugiado" son lo mismo, lo que es un error vergonzoso para cualquiera que maneje una mínima información sobre el tema. El propio Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha instado al uso correcto de términos tan diferentes cuyo mal uso conlleva a graves consecuencias para ambas poblaciones.

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  2. 2° parte

    Por ejemplo, una diferencia importantísima que deben valorar quienes solicitan refugio es que, una vez concedido el refugio, el país otorgante no le permite regresar a su país de origen so pena de revocar el status. Pensar por ejemplo que son igual que migrantes, los millones de refugiados y refugiadas de Siria, Myanmar y Sudán, resulta cuando no una gran muestra de ignorancia, una caricatura insensible e irrespetuosa con poblaciones que han sido víctimas de masacres y hasta violaciones masivas, como puede con más seriedad conocerse en las fuentes que aporta Naciones Unidas.

    La comparación de la emigración venezolana con los desplazamientos hacia fuera de Siria o Myanmar no sólo busca situar a Venezuela en una zona de conflicto internacional, también encubre una enorme debilidad argumentativa: las razones para emigrar no vienen a partir de alguna persecución del Estado -o grupos mercenarios o terroristas- contra decenas de miles de personas por sus condiciones étnicas, nacionales o de afiliación política, motivos que las agencias de la ONU utilizan para calificar a un contigente de personas como "refugiados". Situación que si cabe en medio del conflicto sirio, donde grupos radicales financiados por EEUU como Daesh o al-Qaeda cometen violaciones contra la vida de la población por ser sirios, quienes en última instancia deben desplazarse para preservar su vida.

    Caso muy distinto al de Venezuela, donde la emigración está motivada por el bloqueo financiero inducido por EEUU y las manipulaciones en el mercado cambiario que han agudizado el cuadro inflacionario del país, una estrategia que en 2017 voceros de la oposición venezolana reafirmaron como necesarias para el cambio de régimen.

    El otro reto intelectual que plantea el WSJ es aritmético. El señor Páez presenta cifras de Consultores 21 según las cuales "el porcentaje de familias que tienen un miembro emigrante es del 29", lo que hace suponer que el restante 71% tienen menos que eso. Pero luego este columnista de El Nacional dice que, según la misma consultora, "el promedio de personas emigradas por familia llega a 1,97".

    En suma, esta matriz de opinión creada por la oposición venezolana, publicada por la prensa colombiana vinculada a Juan Manuel Santos, refrendada por la prensa estadounidense y luego redifundida por los medios opositores de Venezuela, se basa en mentiras muy mal construidas que retan categorías sociológicas establecidas por organismos internacionales y hasta la aritmética básica.

    Pero hay más. No conformes con indiscriminar el término "refugiados" con "inmigrantes", confunden también "inmigrantes" con "nacionales que retornan": personas que entran a establecerse al país con quienes quieren un trabajo temporal para regresar en pocos días al país donde continúan viviendo -en este caso Venezuela-, o simplemente transitar hacia otros países menos empobrecidos y violentos que Colombia.

    La utilidad de estas matrices para el gobierno de Colombia y los planes injerencistas de EEUU contra Venezuela ya han sido reiteradamente abordados en este portal. La olla de la supuesta crisis de refugiados venezolanos en Colombia se está construyendo desde hace varios meses, se basa en grandes mentiras pero mantiene muy claros sus objetivos políticos y económicos.
    http://misionverdad.com/LA-GUERRA-EN-VENEZUELa/argumentos-para-desmontar-la-falsa-matriz-de-la-masiva-migracion-de

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    2. DEBE SER QUE TIENES MUCHO DINERO O MANEJAS CUENTAS EN DÓLARES PERO LA SITUACIÓN EN VENEZUELA ES MUY CRITICA ME HE ACOSTADO SIN COMER LA INFLACIÓN ES GALOPANTE Y MÁS DEL A MITAD DE MIS AMIGOS SE HAN IDO A L EXTERIOR


      LOS BONOS QUE DA EL GOBIERNO SON UNA BURLA PARA LOS VENEZOLANOS E L GOBIERNO SOLO BUSCA PERPETUARSE EN EL PODER ME HE ACOSTADO CON HAMBRE VEO A M I PUEBLO SUFRIR COLAS Y MADRES LLORAR POR NO TENER QUE DARLES A SUS HIJOS

      S MUJERES EMBRAZADAS DELGADAS QUE DAN GANAS DE LLORAR GENTE DESEMPLEADAS ANDRAJOSAS PORQUE LA ROPA ES MU Y COSTOSA Y SI SI QUIERES DEFIENDE A AL GOBIERNO


      PERO MI LLORA GENTE LLORA Y SUFRE EL GOBIERNO NO LOS AYUDA SUFRE Y LLORA DE DIA DE NOCHE COMIENDO DESPERDICIOS Y SUFRIENDO CON UN SUELDO DE MENOS DE UN DÓLAR

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