Virginia Juárez Fernández MÉXICO


Virginia Juárez Fernández


MÉXICO 





El cuatro de septiembre de l999, la señora Virginia Juárez Fernández, ocupó los titulares más importantes de los medios locales de comunicación, al haberse defendido de una agresión por parte de su pareja, matándolo a machetazos. Durante más de cinco días la noticia recorrió como pólvora todos lo medios de comunicación, pero que de manera radical dejó de informarse del caso de la noche a la mañana.

En el Continente Americano la violencia contra la mujer ha dejado de ser un tema exclusivamente de derechos humanos. Ahora es considerado como un problema de salud pública, ya que entre el 30 y 40 por ciento de la población femenina de la región es afectada.

Datos recabados por la oficina de Estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), indican que entre 20 y 60 por ciento de mujeres notificaron que fueron golpeadas por su pareja masculina.

Virginia Juárez Fernández es una de las miles de mujeres que son agredidas diariamente en el país por parte de su pareja o de alguien cercano a ella, y que por miedo a futuras agresiones no emprenden acción legal en contra del agresor.

A diferencia de la mayoría de casos, ella es una de las pocas mujeres que han tenido el valor de defenderse, pero que por desgracia para ella con un final trágico.


La relación de Virginia Juárez con el ahora finado Manuel Mendieta Villalvazo, se remonta a 1977, cuando decide unirse con él, pero aclara que nunca estuvieron casados.

Virginia no precisa la forma en que e relacionó con él, de manera tímida menciona que no era la “esposa oficial”, ya que él era casado legalmente a demás de t4ener esposa e hijos y después de once años de casado, decide vivir con ella en la Colonia el Coyol, del puerto de Veracruz, donde compra un terreno en la calle Adolfo Sugasti sin número y lo pone a nombre de Virginia.

Durante los 22 años de amasiato, procrearon tres hijos: Óscar, Hernán y Noé de 22, 20 y 12 años respectivamente al momento del incidente.

Manuel se dedicaba a la herrería con la ayuda de sus hijos dentro de su propiedad. No poseía empleo de manera fija, pero en un principio era el único sustento familiar. De manera ocasional, Virginia realizaba labores domésticas en casas ajenas para aportar algo más a la economía del hogar.

Durante los primeros 10 años de unión, la relación fue de amor y de mutuo respeto, “me quería y yo le correspondía. Era un tipo poco expresivo, pero dentro de todo me respetaba y procuraba darme lo que tenía para hacerme sentir bien”, recuerda Virginia; pero las cosas cambiaron cuando empezó a mostrar problemas de alcoholismo; ”Cuando le preguntaba por qué llegaba tomado, me empezaba a insultar y al poco rato me golpeaba con lo que tuviera a la mano. Muchas veces me dejó marcada”.

Conforme pasó el tiempo, las agresiones se volvieron cada vez más frecuentes, ella esperó que con el tiempo cambiara de actitud, que las agresiones “eran algo pasajero”, producto de los problemas económicos y el alcoholismo que empezaba a manifestar. Pero esto nunca sucedió, las agresiones se trasladaron a sus hijos, al grado de retirarles el poco apoyo económico que les otorgaba para sus estudios, así como dejó de dar dinero para el sustento familiar, siendo Virginia quien mantenía económicamente la casa y en algunos casos le daba dinero a Manuel para “sus pasajes”.

Miércoles rojo.

Durante más de 12 años la señora Juárez Fernández, aguantó diversas vejaciones, desde agresiones verbales, hasta el maltrato físico, inclusive, recuerda que en 1996 lo denunció por haberla golpeado en el rostro y ocasionarle lesiones hemáticas en diversas partes del rostro, pero que no dio seguimiento a la denuncia porque sintió compasión por Mendieta Villalvazo.

La gota que derramó el vaso, fue la noche del tres de septiembre de 1999, cuando Manuel llegó alcoholizado a su casa junto con su compañero de parranda, el Lic. Jorge Lila, con quien el difunto sostenía una sociedad económica en un negocio de pescadería ubicado cerca de la laguna el Coyol, en la colonia del mismo nombre en el Puerto de Veracruz.

Doña Virginia recuerda que esa noche estaba lloviendo y había mandado a dormir temprano a Noé. Oscar estaba con su novia en la colonia las Amapolas y Hernán estaba con su novia en la colonia las Bajadas del puerto de Veracruz.

A las once de la noche, llegó Manuel con su compañero, el cual acostó en uno de los sillones que había en la sala, mientras el se acostaba en el otro. Antes de acostarse le dijo que se habían quedado dormidos en una zanja que existen en las afueras del mercado Malibrán para recolectar las lluvias, por efectos del alcohol, pero que la lluvia los había despertado.

De pronto, Manuel le exigió que le sirviera de cenar, a lo cual ella obedeció de inmediato, pero la empezó a insultar sin motivo alguno y posteriormente comenzó a golpearla.” “Recuerdo que me empujo por la espalda y yo volteé para intentar detenerlo, pero me dio un puñetazo en le cachete y fue cuando caí. Una vez en el piso empezó a patearme y me levanté, pero me seguía pegando en la cara y en la panza. La boca ya me estaba sangrando y alcancé a ver a Noé que se había levantado por los gritos y estaba llorando”.

Cuando Virginia logró incorporarse, Manuel aprovechó para jalarla de los cabellos, mientras ella lo abrazaba del cuerpo, para los dos caer de manera estrepitosa sobre la mesa central rompiéndola y cayendo al suelo. Manuel la levantó de un jalón en el brazo y la azotó en diversas ocasiones contra la estufa. De nueva cuenta, los dos cayeron al piso, mientras Virginia gritaba pidiendo auxilio.

Manuel aprovechó su fuerza física y la arrastró del cabello hasta la habitación donde dormía, le dio una patada en el vientre y tomó un machete que estaba enterrado en el piso de tierra. Al ver las intenciones de Manuel, la señora Juárez Fernández se levantó y le propinó una patada en los genitales, lo cual provocó que soltara el machete y ella lo tomara para defenderse.

Virginia recuerda haberle dado cuatro machetazos de manera instintiva en el cuerpo para defenderse de las agresiones.

El primer machetazo fue en el pariental, debajo de la oreja derecha; el segundo fue en la base del cuello; el tercer machetazo se lo asestó en el tórax: y el último se incrustó en la mano derecha del occiso cuando éste intentaba cubrirse el cuerpo, ocasionándole amputación traumática de la misma.

Cuando vio que Manuel por un momento perdía la conciencia, Dejó el machete, pero aún herido, se incorporó y empezó a seguirla, hecho que llenó de pánico a la señora, que solo atinó a soltar el machete y huir a esconderse, olvidando a si hijo menor, que presenció la agresión.

No sabe a ciencia cierta como fue a dar detrás de la casa, pero permanecía escondida y con plena conciencia de que Mendieta Villalvazo estaba herido de muerte, pero no quiso cerciorarse del estado en que lo había dejado.

Manuel se encontraba desangrándose, tirado en la parte exterior de la propiedad, cuando llegaron varias patrullas de la policía intermunicipal a su domicilio.

“ En un principio pensaba entregarme cuando llegara la policía, pero al ver mi vestido lleno de sangre, me escondí para que las patrullas se fueran y me diera tiempo de bañarme para después ir al penal a contar lo que sucedió”

La señora Virginia Juárez, fue detenida a las 03:00 del cuatro de septiembre y trasladada a los separos de la policía en la colonia Playa Linda, al norte del Puerto de Veracruz.

La “utoviuda” de los medios.

Al día siguiente, el hacho acaparó los titulares de todos los medios de comunicación locales y algunos nacionales como los noticieros de nota roja de Televisa.

El titular trascendió de la nota roja a primera plana en algunos periódicos, y exageraban los hechos de manera especulativa. Todos coincidían en llamar “autoviuda” a Virginia; Ella lo niega, “no puedo ser autoviuda, nunca estuve casada con él, vivíamos en unión libre”.

Tanto el periódico Notiver, como el Dictamen, coincidían en decir que fueron 25 machetazos los que le propinó a Manuel, cuando ella acevera que fueron solo cuatro.

El cuatro de septiembre en interiores, Notiver titula: LA LLAMÓ INFIEL Y AHORA ES AUTOVIUDA,, en la nota se resalta un supuesto móvil amoroso.

Al contrario, el Dictamen, informa de una riña entre ellos después de ingerir alcohol de manera conjunta. Hace mención de los lugares donde resultó herido Manuel, dando como las 16:46 hrs. Cuando fallece.

Para el día cinco de septiembre, la versión de los medios es modificada, ahora el motivo de la riña es por la negativa que presentó para darle de comer, por lo cual la golpeó y la llamó infiel, lo que motivó a ella, para que sin mediar palabra, tomara el machete y lo incrustara en su cuerpo hasta por 25 ocasiones.

Los medios hacen una mención especial hacía una supuesta declaración de ella: ”No me arrepiento de lo que hice y lo volvería hacer”.

Para el lunes seis, la nota de primera plana pasa a interiores, poniendo en relieve que Virginia queda a disposición del juez primero de primera instancia. El fiscal adscrito José Antonio Ferrandón Lagunes es quien toma la declaración. La defensa pide la ampliación del plazo de las 72 horas para recabar más pruebas.

Es un hecho que la noticia ya no es primordial tanto para los medios como para la opinión pública, por lo cual el miércoles ocho no se hace mención del caso en los medios impresos, siendo el día siguiente que el Dictamen, en una nota -de tamaño inferior a las primeras publicadas del caso- refiere a la actuación de la defensa que llamó a declarar a favor de Juárez Fernández a sus hijos Oscar, Noé u Hernán; a demás se esperaba la declaración de Eulalia Lagunes Utrera y Manuel Mitchó Chacón, vecinos de la señora, y que el día de la agresión escucharon los hechos. La abogada defensora Emilia del Socorro Vera Gutiérrez, refiere a doña Virginia como una persona tranquila.

El viernes 10 de septiembre, los periódicos y medios de comunicación en general dan su última nota del caso, lo más trascendente es la presencia de más de 15 personas que pretenden testificar a favor de la inocencia de Virginia. Se espera que el juez primero de primera instancia dicte la situación forman en que quedará la señora.

Para el sábado 11, los medios de comunicación no publican información, y el domingo, solo el Notiver hace mención a la culpabilidad declarada por el juez el 11 de septiembre de 1999. Después: nada.

Los medios perdieron interés en el caso y no volvieron a publicar del proceso, que duraría hasta el 10 de enero del 2000. La “carnicería”, como ella lo califica, duró sólo una semana, el caso fue olvidado.

Nueve años.

Independiente de la atención de los medios en el caso, el proceso legal continuó de manera engorrosa y desgastante para ella. De manera ocasional era llamada a la rejilla de prácticas para exponer su versión y carearla con otras personas. Todo esto en el transcurso de cuatro meses, donde la defensa a cargo de la abogada Vera Gutiérrez, al principio del proceso ofreció sus servicios a cambio de una cantidad de dinero muy fuerte y otra parte igual al término, con la condición de ponerla en libertad a las 72 horas de su detención, cosa que no sucedió.

El proceso se retrasó según doña Virginia porque no le dio la cantidad que le pedía la abogada de inicio, casi 30 mil pesos por no contar con ellos. “Le dije que le pagaba 50 mil de contado pero cuando saliera, ya que me ofreció salir en tres día. Y me supongo que como no le di el dinero no me sacó”.

Virginia recuerda que desde el seis de septiembre que ingresó al Centro de readaptación Social Penal “Ignacio Allende” le dieron trato de interna.

La abogada acudió pocas veces a visitarla y reconoce que de los documentos que firmó, no leyó ninguno, entre ellos el acta de sentencia y la declaración.

Fue hasta el 10 de enero cuando fue citada frente al juez primero de primera instancia, donde le dicta sentencia nueve años.

A Virginia no le convence la forma en que se desarrollo el proceso ni los elementos tomados por el juez para dictar la sentencia. “Me dijeron que habían sido ocho años de principio, pero la abogada habló con el juez y me pusieron nueve”.

“Lo que hice fue defenderme, me pegó y me quería matar. Nunca había estado en la cárcel y nunca lo había golpeado. ¿Qué quería el juez para creerme? ¿Qué me diera un machetazo?. Si hasta la policía dijo que el machete tenía sus huellas”. Para la señora no contó la denuncia que puso por lesiones en l996, considera que contó más la averiguación previa (av. 1421/99/III) y forma en que encontró todo en la escena del crimen.

“Venía dispuesta a todo”.

Menciona que desde que la trasladaron la penal Ignacio Allende, nunca había sentido tanto miedo. “Pensé que las cárceles eran como las presentan en la televisión, que desde que llegas te quitan lo que traes y te golpean si no les das lo que te piden”.

Aunque le día que ingresó era domingo, casi todas las internas se encontraban en la sala de espera para observarla. “Quién sabe que era lo que les habían contado de mí, pero todas querían verme. Ninguna hablaba, pero todas me miraban”.

La primera noche en el penal, la hizo en la segunda sección femenil, donde estuvo poco más de dos meses. Las mujeres con las que compartía la estancia se dormían temprano para evitarla por miedo. “Cuando llegué nadie me hablaba, luego me dijeron que era por miedo y es que se comentaba que le había dado 25 machetazos a un hombre, entonces pensaban que era mala persona”.

Al poco tiempo de ingresar se enteró que una interna salía libre y que el lugar de su estancia quedaría desocupado, entonces habló en la dirección y pidió su cambió a la primera sección, que se caracteriza por la tranquilidad de las internas.

“Ahora estoy bien aquí, nadie me molesta, todos nos respetamos y nunca he tenido problemas con ninguna”. Virginia comparte la estancia Evangelina; la que fuera reina del Carnaval de Veracruz y matara a sus hijos para después enterrarlos en macetas en su departamento.

En su estancia dice estar bien, se siente libre, nadie la molesta y lo que más le agrada es que le permiten tener sus propias cosas, actualmente cuenta con sus cosas de uso personal, además de ventilador y una televisión con sistema de cable, por el cual paga 100 pesos al mes. El 10 de mayo anterior, en una rifa organiza por el CERESO en el festival del día de las madres, se ganó una lavadora, pero prefirió rifarla al no encontrarle mucha utilidad en la cárcel.

Durante un tiempo se desempeñó como mesera en un restaurante que tiene otra de las internas, pero por problemas personales decidió dejar el empleo. En ocasiones realiza alguna rifa, o vende comida para obtener algo de dinero, pues dice que adentro todo se maneja así. “Si mis hijos no pueden darme no hay problema, no me gusta ser una carga, de alguna manera siempre encuentro la forma de ganármelo”.

“Fue un embrujo”.

Dentro de la cárcel no tiene tiempo de aburrirse, cuando no está tejiendo, cose o asiste a las clases que está tomando para acabar la primaria, que es una de las metas que se propuso. En sus tiempos libres estudia Dianética y platica con otro de los internos que dice ser clarividente y que en una ocasión le señaló que lo que le pasó fue producto de un embrujo que le hicieron, y que la dianética le va ayudar a quitárselo de encima.

Pero ella no está muy convencida del embrujo, de hecho, tiene su propia teoría de por qué pasaron así las cosas. “Pienso que es por la tierra del panteón. Hace más de doce años, cuando estaban construyendo el (parque de diversiones) Reino Mágico, compré unas rosas muy bonitas, y él (Manuel), me dijo que la tierra de panteón es muy buena para las plantas. Entonces me ofreció que si quería que me trajera tierra de ahí de donde ahora está el parque. Yo dudé por lo que decían de la tierra, pero al final le dije que si. Y desde que planté las flores él empezó a tomar y a pegarme”. En algunas ocasiones pensó en arrancar las flores y sacar la tierra del terreno, pero las flores se marchitaron por si solas y la situación no cambió.

Mal de Estocolmo.

La vida en la cárcel no ha sido fácil para Virginia, pero el estudio de la dianética dice que le ha ayudado a arrepentirse de lo que hizo. “No había logrado arrepentirme de matarlo, pero desde que empecé a estudiar esto, me siento mejor conmigo misma. Me ha hecho la vida más fácil, y a veces siento compasión por como terminó”.

Para el doctor Antonio Ortiz Méndez, catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México; lo que está pasando sociológicamente Virginia es producto de un “shock” emocional traumático, derivado no solo de los hechos del cuatro de septiembre, sino de más de 12 años de constantes insultos y maltratos físicos, que culminaron con una actitud instintiva de autodefensa y compasión a su agresor.

“La señora presenta una actitud similar a lo que se conoce como el mal “de Estocolmo”, que es donde la persona siente afectividad sentimental y en algunos casos física a la persona que le agrede, como producto del miedo y la impotencia que presenta en determinadas circunstancias”.

“Esta condición puede derivar en otros trastornos sicológicos como ansiedad, dolor, incertidumbre y en casos más crónicos, podría llegar a extrañar el trato que recibió durante el tiempo que pasó junto a él”.

El doctor Ortiz Méndez hace hincapié en la forma en que presentó este síntoma de autocompasión, cuando en vez de huir del lugar del crimen, pensaba en esconderse hasta que la policía se fuera para bañarse y después entregarse.

El futuro.

De la condena de nueve años lleva cumplidos solo un año y siete meses, pero dice no preocuparle que va a pasar cuando salga, de hacho, no se ha dado tiempo para pensarlo. Por lo pronto se siente libre de presiones y no tiene planes de apelar la sentencia por lo menos hasta que cumpla con la mitad, quiere darse tiempo para demostrar su buen comportamiento y disposición dentro del CERESO.

En lo que respecta a su vida personal, no se siente triste porque sus hijos no la visitan. “Ya suficiente los hice sufrir con lo que hice (sic), mejor que no pasen la pena de venir a verme, a demás que estoy bien aquí dentro”. Desconoce la versión de que su hijo vendió la mitad del terreno en 20 mil pesos, pero no le da mayor importancia, “sus motivos tendrá”.

Para el momento que obtenga su libertad, las cosas cambiarán para Virginia Juárez Fernández, la situación no será igual tendrá todo el tiempo del mundo para atender a su hijo Noé, que es su única preocupación. “Qué va a pensar de mí, él vio todo, espero que entienda que tenía que hacerlo, porque me iba a matar”.


“ Lo más seguro es que me dedique a la corte y confección, nada más que termine mi curso aquí dentro”.

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