Amy Grossberg USA ESTADOS UNIDOS


Amy Grossberg USA ESTADOS UNIDOS 





Unos piden implacables la pena de muerte, otros les compadecen por su inocencia perdida de la manera más cruel. Brian Peterson y Amy Grossberg, dos estudiantes universitarios, se declaran «no culpables» de la muerte de su hijo recién nacido, hallado en el cubo de basura de un motel 12 de noviembre de 1996.Si Brian y Amy fueran negros y vivieran en Harlem, el caso pasaría prácticamente inadvertido entre la letanía diaria de sucesos. Pero resulta que los dos jóvenes, de 18 años, son ricos y blancos, hijos de «familias bien» con residencia en Nueva Jersey. El caso tiene dividida irreconciliablemente en dos a la opinión pública americana. Unos están con el fiscal, que estima el caso como un homicidio en toda regla. Otros respaldan la versión del abogado defensor, que considera que el bebé sufría malformaciones congénitas y lesiones cerebrales antes del alumbramiento. Brian y Amy, casi al unísono, entonaron la palabra «inocente» durante la vista preliminar, el pasado martes. El juicio, que traerá previsiblemente regueros de morbo y tinta, se celebrará en septiembre. 

Las grandes cadenas de televisión están presionando para poder transmitir en directo el drama. Los dos jóvenes no se veían las caras desde que fueron detenidos hace un mes. No pudieron tocarse, por imperativo judicial, aunque compartieron el mismo banquillo y no dejaron de mirarse, cabizbajos y con lágrimas en los ojos.«¿Cómo estás?», llegó a preguntar él. «Bien, estoy bien», respondió ella. Fueron las únicas palabras que llegaron a intercambiar. Pasado el trauma de la vista preliminar, después de proclamarse inocentes, Amy y Brian se despidieron e ingresaron en prisión preventiva.

El idilio entre ambos surgió en el último año de instituto. Antes de comenzar los estudios en la Universidad de Delaware, hace cuatro meses, Amy estaba ya embarazada. Los dos lo ocultaron a sus respectivas familias. El se lo confesó a los amigos más íntimos; ella, ni siquiera eso («tengo que dejar de comer tanto porque estoy engordando más de la cuenta», le dijo a una compañera de clase un mes antes de dar a luz).

Intentaron abortar ilegalmente, no lo consiguieron. Cuando consideraron que era inminente el momento del parto, inventaron mil excusas para esquivar a sus familias y emprendieron juntos el que sería su último viaje. Amy parió sin asistencia médica en la habitación de un motel de carretera. El recién nacido, según la autopsia, murió casi inmediatamente. Lo arrojaron directamente al cubo de la basura, envuelto en papeles y bolsas. Horas después, Amy tuvo que ingresar en Urgencias con una hermorragia interna. Ante las preguntas insistentes de los médicos, confesó que acababa de parir y dijo que el bebé vino muerto. La Policía halló el cuerpo sin vida del recién nacido y detuvo poco después a los dos jóvenes.

Entre el material incautado, numerosas cartas y un diario de la propia Amy en el que confesaba varias veces su contrariedad por el embarazo y su deseo de deshacerse del bebé. En la vista preliminar, el abogado de los jóvenes, Charles Oberly, pidió que se diera al caso una consideración semejante a la del aborto natural: «La salud endeble de Amy Grossberg y las malformaciones del feto hacían prácticamente inviable la supervivencia del bebé. Ninguno de los dos causó herida alguna al recién nacido». El fiscal, sin embargo, sostiene que el bebé nació saludable y que murió por una fractura craneal causada supuestamente por un golpe.

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