CRÓNICA MUERTE DE PAOLA TRANSFORMISTA MÉXICO

Una trabajadora sexual en la madrugada del 30 septiembre, en la Av. Puente de Alvarado, lugar y día donde Paola fue asesinada.
Sus compañeras lo vieron todo. Paola estaba algo distante. "Esta noche está bien triste; no hay nada", dijo. Eran las primeras horas de una noche rara. "¡Ay, ya, mana! Cámara, vamos a darnos un trago". Kenya le pidió que se animara, que ella le iba a comprar su anís. Paola vertió un trago al piso, como siempre, y tomó uno para ella antes que un Nissan gris se parara frente a ellas.
Arturo Delgadillo vestía saco y camisa, estaba afeitado. Tiene 36 años. Es guardia de seguridad y declaró trabajar para Jaime Aldape: su arma está registrada para usar durante sus horas de trabajo y no en la colonia Buenavista en la madrugada del viernes 30 de septiembre. Aquél día detuvo su auto frente a las chicas y regateó: "Sólo traigo 200 pesos", dijo. Kenya se negó. Paola no; ella subió.
El auto dobló por Alvarado. Kenya lo siguió con la mirada y lo vio detenerse a los pocos metros de haber tomado esa arteria, que conecta la Avenida Insurgentes con el Palacio de Bellas Artes. Siempre hay mucho movimiento, pero el ruido no impidió que escuchara cómo la amiga llamaba su nombre, "¡Kenya!"Esos dos policías que se bajaron son, junto a Kenya y otras dos compañeras, testigos presenciales del caso.

 LA PTRULLA LLEGÓ 
La patrulla cerró el paso al Nissan y como Delgadillo no se había movido, procedieron a indicarle mediante "comandos verbales" que descendiera, dejara el arma en el asiento y se acostara en el piso boca abajo. Lo detuvieron y lo metieron en la patrulla. Lo llevaron a las oficinas de la Fiscalía Desconcentrada en Investigación de la Delegación Cuauhtémoc, dónde Kenya lo reconoció a él y también al arma que empuñó esa noche: una pistola Pietro Beretta, calibre 9 mm.Su saco aún está en el asiento trasero del auto, estacionado frente a esta Delegación. En el techo tiene las marcas de dos impactos de bala, de los cuales uno atravesó la lámina y adentro un tercero, que salió por la parte de atrás del respaldo del asiento del acompañante. Por la ventana se pueden ver las marcas.
Dos días después que Paola muriera casi al instante, de un balazo que le atravesó el cuerpo cerca del corazón, el juez Gilberto Cervantes Hernández dejó a Delgadillo en libertad.Kenya está exhausta. Si se queda mucho tiempo quieta sobre el sillón en la Funeraria se va a quedar dormida. Hace dos o tres días que no duerme. Apenas ha comido. Tiene los ojos negros, mezcla de ojeras y delineador. Es lunes, son las ocho de la mañana y finalmente consiguieron que les entregaran el cadáver de su amiga.

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Hace poco más de una hora, ella y otra compañera, Itaty, la vistieron y la maquillaron una vez embalsamada. Dicen que parece J-Lo con sus grandes pestañas postizas y los labios brillosos y anchos pintados de rosa. También están Karla y Lupe, (cambiamos sus nombres para mantener su anonimato) madres y trabajadoras que no superan los 30 años. Ninguna de ellas ha dormido en realidad. Durante las próximas 24 horas, —que los acontecimientos duplicarán y extenderán hasta el miércoles a mediodía—, velarán el cuerpo de Paola y esa sala se convertirá en su espacio de convivencia. Traen un equipo de sonido y empieza la música. No tardan en llegar otras mujeres, incluso alguna que no la conoció pero se acercó igual.Un par de ellas prepara una cruz de cal, que ponen en el piso y que se decorará durante los nueve días en que se le reza el rosario. Al noveno es el levantamiento de la cruz. Pegadito, debajo del ataúd, hay unas cebollas moradas puestas en vinagre, para que recojan el mal, las enfermedades que pudiera tener el cuerpo. En el rincón opuesto hay una estatuilla de la Santa Muerte. Tampoco faltan las flores, inciensos, las botellas de anís y unos billetes en un vaso.
Tenía 27 años. Había nacido en Campeche. "Paola era una cabrona", dicen las amigas. Te la hacía de a pedo si te le quedabas viendo. Hace seis años que la conocieron en las calles de la vuelta. Antes de trabajar en la esquina de Alvarado, Paola se paraba en Reforma y Allende. Estaba juntando dinero para operarse el cuerpo, tal vez la nariz, tal vez las nalgas. "Es una inversión para nosotras", explica una de las que está en el velorio, menuda y delicada como cantante pop. Muchas de ellas ya han logrado Recuerdan también las noches buenas de la amiga o las que andaba de borracha, echando un trago al diablo primero y luego ella. También las drogas, perico y piedra. Problemática como todas, dice Karla, muy alegre, buena onda. Una mujer de un metro sesenta y cinco. Siempre andaba con peluca porque tenía unas entradotas en la frente medio difíciles de cubrir sin ayuda. El pelo enroscado en un chongo al final de la cabeza. No ese día, en que se había planchado el pelo azabache de turno y lo llevaba suelto. De sus formas, en el expediente judicial asientan que le hacía falta higiene. Tienen ese dato, pero no hicieron el esfuerzo por incluir su nombre completo, que las chicas tampoco saben. Su certificado de defunción está hecho con el nombre de pila de un hombre NN. Todo en el expediente se refiere a Paola en masculino.sus implantes que lucen con el orgullo de habérselos pagado con su trabajo.En la Funeraria son puras mujeres. Pasado el mediodía ya son unas treinta. Hay muchas trabajadoras sexuales y otras que no lo son. Son una comunidad que se apoya para lo que ocupe: una marca para resolver que la que atiende el teléfono vigile que coman los niños de las que están en el velorio; otras se comparten un taco o un trago de la petaca de anís que le gustaba a la amiga. Liman las asperezas que deben tener en la calle pero que aquí no aparecen. No hay un solo problema entre ellas en tres días, y eso que son muchas.Rocío está en su silla atenta a todo lo que pasa. Habla pausado y meditado, habla bajito, se explica claro. Es una de las que estuvo presente en la audiencia en la que se liberó a Delgadillo.
Dice que ella no organiza ni dirige nada, sólo ayuda a las compañeras a sistematizar la información que se tiene. El punto clave de la decisión del juez, explica, estuvo en que el Ministerio Público no le brindó la información concluyente sobre el momento de la muerte, como para iniciarle a Delgadillo un proceso penal. Que sobre los hechos anteriores y posteriores a que se jaló el gatillo no tiene duda, pero que la versión del acusado es que forcejearon cuando él se dio cuenta que no era una mujer a la que había subido a su auto y que el gatillo se disparó en ese jalón.
Lo que destaca Rocío y las demás fue que la actitud del Ministerio Público, Hilarión Guerrero Sánchez, y del equipo fiscal que armó la carpeta de investigación fue de desidia hacia el caso. Como si no importara cómo lo hicieran, total nadie iba a reclamar nada. Y como el nuevo sistema penal acusatorio indica que si en la audiencia de apertura, —que es de la que hablamos— el juez no abre el proceso penal al indagado, Delgadillo en este caso, no se lo acusa de nada y sale sin cargos de ningún tipo. Eso fue lo que pasó, lo que les da coraje, lo que les da rabia. "¿Será que pueden matar a cualquier sexoservidora?", se pregunta Lupe. "¿Dónde está la justicia para los que no la pueden pagar?""Y ahora vamos a pegarnos la fiesta que nos quedó pendiente", le dice Kenya parada junto al ataúd abierto. Pone una rola y canta con el control del equipo de música como micrófono, una de JuanGa para empezar. "Este es un lugar de ambiente dónde todo es diferente, Noa, noa, noa ¡vamos a bailaaaaar!"
Arman y fuman porro. A veces se ríen a carcajadas. Otras, vuelven a la cuestión que las desvela y a cómo hacer para parar esto, porque ya están hartas. "Ni una muerta más", apunta Aracely, atlética y güera, dice que es buena idea usar esa consigna internacional que todos van a entender. Y armadas con carteles y unos huevos enormes, salen estas mujeres a puro grito hacia la calle, dónde se juegan la partida quienes no tienen el dinero o la influencia para hacerlo en los ámbitos del poder.Adelante va el carro fúnebre con el cajón y siguiéndolo el camión que las transporta. Los atraviesan en dónde Puente de Alvarado cruza con la Avenida Insurgentes. El caos se crea en segundos. El metrobús no pueden pasar. La gente se agolpa en los semáforos. Las motos y algún auto intentan romper el cerco humano que le impone un grupo de mujeres que gritan por justicia. Entonces, hacen lo que es lógico: sacan el cajón a la calle. "Paola se manifiesta en cuerpo presente", dicen, "porque no vamos a dejar que nos sigan matando". No tarda ni cinco minutos en que un avión de la Policía Federal empiece a sobrevolar el punto. Es mediodía del martes 4 de octubre.
Kenya es una fuerza de la naturaleza atrapada en un cuerpo humano. Corre y pide a sus compañeras que no aflojen, cubre los huecos de todas partes, grita hasta que las venas parecen salírsele del cuello brillante por el sudor y el esfuerzo.Algunas personas entienden. Un grupo de jóvenes de secundaria se suma a la protesta. Una mujer que pasa les grita que las matan por hacer eso que hacen y las compañeras tienen que detener a Lupita que se le va al humo. Un tipo de unos 40 años las insulta por cortar el tránsito, que es una falta de respeto que los vengan a molestar a ellos en su circulación. "La falta de respeto fue liberar al responsable de la muerte y que eso fue lo que las obligó a estar ahí", contestan.
Primero aparecen los negociadores del gobierno de la ciudad; Ricardo Flores es uno de ellos. Las mujeres reclaman que el Procurador de Justicia de la Ciudad de México se presente en el lugar para acordar cómo reabrir el caso. "Que venga que estamos en horario de trabajo y la Procuraduría está aquí luego, luego. Queremos que se comprometa frente a los medios a retomar el caso y a explicar públicamente por qué Arturo fue dejado en libertad".A los 20 minutos ya habían traído a los granaderos. Los de la Funeraria aguantan la toma y no se amedrentan. Al día siguiente sabremos que un inspector de tránsito los amenazaba con multarlos, algo que finalmente concretó en seis multas: tres para el carro fúnebre y tres para el camión que en nos llevará a todos. El negociador insiste en que deben liberar el carril del metrobús y Kenya se acuesta frente al camión para impedirlo hasta que les den una respuesta. La única opción que el gobierno presenta es una audiencia en ese momento en la Fiscalía Descentralizada, donde se hizo la investigación del caso y se armó la carpeta de investigación.


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Kenya le grita a los periodistas que se suban, que todos nos vamos a la Delegación porque la reunión es abierta y ellos van a estar presentes. La cosa no se pone tensa en las oficinas pero sí hostil. Uno de los funcionarios las insulta desde su silla acolchonada en una pecera de vidrio. "Mugrientas", llama a la turba de mujeres enardecidas que han logrado una audiencia con la justicia cortando una calle. Pero que entren los periodistas es demasiado, le dicen en la Delegación. Kenya se pone cada vez más dramática en pos de su objetivo de que los periodistas pasen todos. No la dejan. Entramos sólo un par.

Una mujer lanza una flor desde el camión que transportó a todas las chicas. 
La movilización y la junta con los Ministerios Públicos terminaron después del horario en que el Panteón puede atenderlas. Un día más de velorio, pero ahora con la atención mediática.
En la reunión, la licenciada Gabriela Cuenca, del área de judicialización es quien lleva la voz de la institución. Culpa al juez por la libertad del acusado, diciendo que él fue quien tomó la decisión. Las mujeres retrucan mencionando la actitud del MP y lo dicen sin pruritos: "nosotros creemos que hubo dinero de por medio para que nuestro abogado no actuara como corresponde". Finalmente logran que la Fiscalía se comprometa a apelar el auto de no vinculación a proceso de Delgadillo, a brindarles medidas de protección a las chicas que son testigo del hecho y a las que han protestado; y que se les entregue el expediente del caso, al que hasta ese momento no habían podido acceder.
Después vuelven a la Funeraria a velar a Paola un día más porque en la protesta se les acabó la hora de ingreso al Panteón de San Lorenzo Tezonco, en Iztapalapa.


Era viernes en la noche y a Paola la habían matado hace menos de 24 horas. La esquina de Alvarado y Aldama parecía una asamblea improvisada. Veinte mujeres se hablaban unas encima de otras para darse a entender. Casos como estos nunca llegan a los medios, tampoco hay registro, decían, porque nos tratan como hombres. No existen los casos de transfobia para el Estado, afirmaban.
En el fervor y en el coraje surgieron testimonios de la violencia cotidiana: una chica contó de un hombre que la golpeó y violó cuando ella se negó a tener sexo sin preservativo. Otra, que dos tipos con una navaja le picaron la cara. En un momento, esas historias se superponen con las de unas horas antes: que ellas ya lo habían visto al tipo ese, al del Nissan que mató a Paola. "Andaba borracho", dicen, y que a una de ellas les dijo que no andaba buscando quién se la había hecho sino quien se la pagaba. Cuando todo esto sucedía, todavía no habían liberado a Delgadillo, pero esa posibilidad estaba en sus cabezas: "Tenemos miedo que lo dejen en libertad por las influencias, porque han matado a un chingo de compañeras y nunca pasa nada".


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Al día siguiente de la acción en Insurgentes el ambiente cambió entre las chicas, como si hubieran podido liberar parte de la frustración de estar viviendo otra vez lo mismo. El cambio tal vez fue porque esta vez no fue lo mismo. No se quedaron calladas.
En la noche del viernes, mientras todas levantaban la voz y armaban el desmadre en la esquina donde murió la amiga, una de las chicas se acercó y susurró que para ella lo que se debía recalcar es que están juntas y que por favor emitiera el comunicado a las demás compañeras de que ya no permitan que las maltraten. Que por favor emita el llamado a que se sumen porque esa es la única forma en la que van a poder defenderse.

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