Crónica Negra:
Los vecinos buscaron refugio hasta en la iglesiaFuente: Últimas Noticias – Wilmer Poleo Zerpa
Cuando
sonó aquella primera explosión, los habitantes no sabían con exactitud
lo que estaba ocurriendo, y hubo quienes pensaron que no era nada, sino
un simple transformador. Pero casi de inmediato comenzaron a escucharse
aquellos disparos en ráfaga, y ahí sí fue verdad que todos se tuvieron
que arrojar al piso. A los que los sorprendió el tiroteo en la calle corrieron a refugiarse en la iglesia,
así como en el hospital y algunos comercios ubicados en la calle
principal de Los Samanes, pero el miedo también llegó a Mata Redonda y
otras comunidades cercanas.
“Busquen agua bendita, busquen agua bendita”,
gritaba una mujer enloquecida dentro de la iglesia mientras corría de
un lado a otro.
“Qué es hermana, ni que se tratara de un espanto, o una …
Eso debe ser que están tumbando al Gobierno” dijo otra. -“Ya, cállense
de una vez todas y vamos a rezar, sea lo que sea”, dijo un hombre que
estaba parapetado detrás de uno de los bancos-.
Vinieron
nuevas explosiones, y cada vez sonaban más cerca, y la gente “Ave María
purísima, sin pecado original concebida…”. Eran muchos los que gritaban
y lloraban y apretaban a sus muchachitos contra el pecho como si
quisieran protegerlos de cualquier bala loca que osara atravesar las
gruesas paredes del templo.
Decenas
de policías de rostro huraño y piel bronceada por las inclemencias del
sol bloquearon todos los accesos. Ya el sol había dejado de azotar a los
vecinos y comenzaba a esconderse entre las lomas en la lejanía.
Una
multitud comenzó a concentrarse en la entrada de Los Samanes porque el
paso de los buses estaba prohibido y la gente no hallaba cómo llegar
hasta sus casas.
“Aquí afuera están más seguras que allá, eso se los puedo asegurar. Es mejor que tengan paciencia”, les dijo uno de los policías.
Los locos.
Las explosiones y los disparos continuaban sin cesar. Ya llevaban como
dos horas en ese plan y habían comenzado a eso de las cinco de la tarde.
Los rostros llorosos y angustiados de la gente no abrían rendijas para
el chiste. Cada uno tenía un familiar dentro de pueblo y rezaban por
ellos.
Fueron
muchos los rumores que se difundieron aquella noche; incluso se llegó a
decir que eran unos presos de Tocorón que se habían fugado. Al rato se
supo que la plomamentazón era con una peligrosa banda de criminales que
actuaban en San Mateo y que habían llegado hacía algunos días a Los
Samanes con intenciones de esconderse, pues la policía casi que
realizaba un allanamiento diario.
El
grupo de criminales había alquilado una casa en Los Samanes que les
servía de guarida, pero la policía les seguía los pasos de cerca.
“Esa
banda es tan arrecha que hay incluso varias mujeres en el grupo y las
mujeres son hasta más violentas que los mismos hombres. En San Mateo los
llaman ‘Los Locos’, porque esos no le tienen miedo a nada y tienen
muchos amigos en la cárcel de Tocorón. La mayoría de esos
hampones viene del Tren de Aragua, que es una banda de casi cincuenta
bichos malos que usan fusiles y granadas como si fueran caramelos y que
no les importa atacar un cuartel hasta del propio ejército”, dijo don
Puncio, que como siempre estaba rodeado de un grupo de vecinos que
disfrutaban de sus chácharas porque aseguran que sabía de todo un
poquito.
Larga espera.
Ya habían cesado los disparos y los estallidos, pero igual no dejaban
pasar a nadie porque los policías aseguraban a los vecinos que podían
quedar antisociales escondidos en los solares de algunas de las casas y
estaban realizando una revisión minuciosa, incluso con perros
amaestrados.
No
fue sino a eso de las nueve cuando se permitió el acceso de la gente
hacia sus casas. Todos corrieron llorando, querían llegar cuanto antes
para verificar que todos sus parientes estuvieran bien. Había casquillos
de balas y restos de sangre regada por doquier. Numerosas paredes y
vehículos estaban agujereados y en el aire flotaba un espeso olor a
pólvora quemada.
Dos
perros callejeros amarillentos quedaron atrapados en medio de la
balacera y un tercero, de pelaje marrón, se revolcaba en el piso como si
las explosiones le hubiesen reventado los tímpanos.
Un
vecino lo montó en un vehículo y se lo llevó, pero nadie sabe para
dónde porque a esa hora de la noche no había ninguna clínica veterinaria
abierta.
La información. Al día siguiente fue que se supo con certeza qué era lo que había pasado.
El
comisario Douglas Rico, director nacional del Cicpc, ofreció una rueda
de prensa en la que dijo que entre los abatidos estaba “El Efra”, un
peligroso antisocial que respondía al nombre de Efraín José Montezuma,
de veintitrés años y que las autoridades tenían varios meses buscando,
pues era considerado el cabecilla de la temible banda de secuestradores,
sicarios y extorsionadores con estrechas conexiones con casi todos los
matones de la cárcel de Tocorón.
Informó
el comisario Douglas Rico que el resto de los hampones liquidados
respondían a los nombres de Jorge Alexander Bracho Montezuma, de
veintiún años, apodado el “Willuw”; Ismael Alejandro Ortiz, de
veintiséis; Andris Fajardo, de dieciocho, y otro sujeto aún sin
identificar.
Asimismo
fallecieron en la plomamentazón las mujeres Jeckzabeth Karina Silva
(23) y Sulmarys Carolina Martínez (27), quienes tenían menos de 24 horas
de haber salido en libertad luego de haber estado detenidas en un
procedimiento en Tocorón donde hallaron numerosas balas.
Al
grupo de criminales les incautaron cuatro pistolas, dos revólveres, un
fusil AR15, cargadores extralargos, municiones calibre 7.62 mm y .223.
Pero lo que más impresionó a todos los policías fue el decomiso de una
bazuca T4, de exclusivo uso militar.
Bajas.
Pero lo que más dolió a los uniformados fue que cuatro de sus
funcionarios resultaron heridos en la refriega y que uno de ellos,
Oswaldo Rondón, de 23 años, quien tenía un traumatismo craneoencefálico
severo por herida de arma de fuego, falleció al día siguiente. Los otros
tres agentes del BAE permanecen estables.
Fuente: Últimas Noticias – Wilmer Poleo Zerpa
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