Los Thugs o “Estranguladores”, eran una secta hindú de ladrones y asesinos que veneraban a Kali, diosa de la muerte y la destrucción. Durante siglos, saquearon y asesinaron a viajeros que recorrían la India. Thug Behram, su último líder, llegó a matar 931 personas, al menos según la versión popular de los hechos…
Los Thugs
Los thugs fueron una red de
fraternidades secretas de la India, que probablemente operaron desde la
Edad Media hasta 1830 y fueron, según algunos especialistas, la primera
mafia del mundo.
Los Thugs también se conocen como
“Estranguladores”, y al thug usualmente se le denomina “thuggee” o
“tuggee”, asociándoselo así al vocablo hindú ‘thag’, que significa
“ladrón”, y que en sánscrito tiene como fonéticamente parecida a la
palabra ‘sthaga’, cuyo significado es “sinverguenza”. Vemos pues en la
etimología, que la palabra inglesa ‘thug’ es semejante a la palabra
hindú ‘thag’, cosa que no obedece a la casualidad ya que los viajeros
ingleses debieron soportar a esos estranguladores y ladrones, al menos
hasta que finalmente el gobierno británico tomó cartas en el asunto para
erradicarlos.
La primera mención sobre los thugs se
remonta al año 1356, en un pasaje escrito por Ziau-d din Barni dentro de
su Historia del Shah Firoz. En cuanto a la opinión de los propios thugs
sobre su origen, éstos lo sitúan entre siete tribus musulmanas; no
obstante, la adoración que muestran hacia la diosa (de la muerte y la
destrucción) hindú, Kali, carece de influencia islámica. Sea como sea,
Kali es el centro de la fe de los thugs, el justificativo para sus
crímenes y su madre en el plano del relato mitológico.
Concretamente, en el Purana se cuenta
que, al inicio de los tiempos, los demonios no permitían que los seres
humanos se instalen en la Tierra, ya que mataban a cualquiera que osase
poner un pie en ella. Indignada, Kali comienza a combatirlos; pero, cada
vez que derramaba la sangre de estos demonios, surgía uno nuevo de cada
gota… Ante eso, tomó sus gotas de sudor y las empleó para crear a dos
hombres, a los cuales dio pañuelos para que estrangulen a los demonios,
pudiendo de esa forma matarlos sin derramar sangre. Los dos hijos (los
hombres creados a partir de su sudor) de Kali consiguieron cumplir la
misión encomendada por su diosa madre, convirtiéndose así en los
primeros thugs, de los cuales se creían descendientes los
ladrones-estranguladores que luego tomaron el nombre de “thugs”, matando
bajo la creencia de que sus asesinatos eran sagrados y evitaban, con
cada víctima, un retraso de mil años en la llegada de Kali, quien por
ser la Diosa de La Destrucción nos acabaría en caso de volver…
En base a esa fe, los thugs llegaron a
considerar que el asesinato premeditado no era solo una forma de
beneficiarse (al tomar las pertenencias de las víctimas), sino un
importantísimo deber religioso. Aunque parezca insólito, la
irracionalidad del hombre es tal que, según ciertas fuentes, a finales
del siglo XVIII la secta criminal contaba con aproximadamente un millón
de peligrosos adeptos, que se creían practicantes de una “honorable
profesión”, se identificaban entre sí con ciertos símbolos y hablaban su
propio argot (jerga, lengua grupal), el Ramasi.
Y dentro de la secta la discriminación
casi no existía: jóvenes, viejos, enfermos, débiles, fuertes, sanos.
Todos podían ocupar su lugar: si por edad o enfermedad no tenías fuerzas
para matar, te destinaban al espionaje o a la mera expectación,
dependiendo del caso. Eran pues una organización disciplinada, ordenada,
clandestina, hábil, cautelosa, metódica y sigilosa… Estuvieron
dispersos eficazmente por toda la India, siempre haciéndose pasar por
una profesión tributante, siempre salvándose de ser pillados por el
gobierno hindú.
Su modus operandi era el siguiente: se
infiltraban en caravanas de viajeros, mandando a determinados miembros
que se hacían pasar por tales y se ganaban la confianza y la simpatía de
los demás; para luego, en momentos de siesta (nocturna o matutina) o
esparcimiento, asaltar a los viajantes junto con otros thugs que, sin
participar de la caravana, habían estado siguiéndola gracias a pistas de
los thugs infiltrados, en virtud de las cuales no solo podían realizar
ese seguimiento sino que además eran alertados sobre el momento idóneo
para el gran asalto, en el cual ahorcaban sin derramar sangre, pero
luego desfiguraban (para que no logren identificar al muerto) los
cuerpos de las víctimas y, en honor a la diosa Kali, los habrían en
canal y los enterraban con sus “piquetas sagradas”. Finalmente, tras
sepultar a las víctimas y tomar las pertenencias, venía el terrible
ritual Tuponee, en el que todos los thugs se anudaban a la cintura un
rumal (un tipo de paño amarillo, representativo de Kal Bhairab, una
manifestación violenta del dios Shiva), y luego danzaban sobre las
tumbas de los viajantes… Con el procedimiento expuesto, por siglos los
thugs mataron y saquearon en la India, movilizándose en grupos que iban
desde los 10 hasta los 200 miembros…
Según el Record Guinness, los thugs
llegaron a matar aproximadamente dos millones de personas; pero, para el
historiador británico Mike Dash, la secta no empezó a operar sino
apenas unos 150 años antes de su erradicación en 1830, por lo que no
mataron ni siquiera un millón de personas sino unas 50.000, número que
igualmente es alarmante. Pero, cualquiera que sea el caso, hay indicios y
rumores —según confirma Patel, inspector y jefe de la Policía de
Calcuta—de que en la actualidad los thugs han vuelto, solo que
acompañados por sectas imitadoras y con una frecuencia mucho menor y un
sigilo quizás mayor, cosa que explicaría cómo puede ser cierto el rumor
sin que se haya levantado mucho revuelo, sobre todo en un país como la
India, en el que se permiten atrocidades que a los occidentales nos
harían enardecer.
En cuanto al final de los thugs, este
fue posible gracias a que William Sleeman, un oficial británico
destinado a la India, recibió a principios del siglo XIX la visita de
numerosos nativos que denunciaban desapariciones de amigos y familiares,
a lo cual se sumó el hecho de que también muchas caravanas de colonos
ingleses estaban desapareciendo sin dejar rastro… Antes del gobierno
colonial británico, se adjudicaban esas desapariciones a ataques de
tigres, serpientes, cólera, bandidos (pero no thugs), etc… Pero Sleeman
sabía que allí había un patrón irregular, y comenzó a dirigir una
investigación hasta que finalmente encontró que los culpables eran los
thugs.
Thug Behram, el último líder thug
Según la visión más extendida, no existe
asesino no-militar más prolífico que Thug Behram, quien supuestamente
asesinó a unas 931 personas con su pañuelo. Sin embargo la verdad es que
eso es un mito originado en una confusión histórica inflada por el
rumor que, al igual que en tantos casos, es motivado y alimentado por la
ya conocida morbosidad popular y el amarillismo de las fuentes de
información.
En efecto, la fuente original sobre la
confesión de Behram es un manuscrito sobre los Thuggee escrito en 1830
por James Paton, un oficial de la Compañía de las Indias Orientales.
Específicamente, el texto de Paton establece que Behram simplemente
había “estado presente” en 931 casos de asesinato, siendo que, en casi
todas esas ocasiones, el crimen se llevó a cabo por un grupo de entre 25
y 50 hombres. Entonces: ¿realmente a cuántos hombres mató Behram con
sus propias manos? Más adelante, en el mismo manuscrito de James Paton,
Behran declara literalmente: “Pude haber estrangulado con mis propias
manos a unos 125 hombres, y pude haber visto el estrangulamiento de más
de 150”.
Ahora bien: ¿qué pasó con Behram después
de confesar? Según se sabe, pese a haber estado con los thugs entre
1790 y 1830, Behram los traicionó y dio toda la información posible al
rey británico con tal de no ser juzgado por ninguno de los asesinatos
que confesó; sin embargo, a él también fue traicionado, no ya con
confesiones, sino con la áspera cuerda de la horca que acabó con su
miserable vida, cuando contaba con 75 años en 1840.
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