JOAQUIN FERRANDIZ "EL DEPREDADOR DE CASTELLON" (ESPAÑA)
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Nadie hubiese afirmado de antemano que detrás de Joaquín Ferrándiz Ventura
se encontraba la siniestra personalidad de un asesino en serie. Nadie
lo hubiese afirmado porque Ximo, como le llamaban sus amigos, era un
joven educado, introvertido, encantador, perfectamente integrado en su
vida laboral y familiar.
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Pero
entre 1995 y 1996 sacó a relucir su latente vocación de psicópata,
estrangulando a cinco mujeres y agrediendo a, al menos, dos más.
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Joaquín
Ferrándiz Ventura nunca se caracterizó por ser una persona exultante,
de carácter fuerte o rasgos violentos, en apariencia. Todo lo contrario.
Era tímido, bastante retraído, buen amigo y trabajador. De día
trabajaba como empleado de una compañía de seguros y durante la noche
tenia una vida social activa. Todos sus amigos coinciden en que era muy
observador: Solía mirar en silencio todo lo que ocurría a su alrededor,
no se le escapaba un detalle.
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Cazador de Mujeres
Esa
facultad que poseía, la de la observación, la utilizaba sobre todo con
las mujeres que vigilaba en sus noches de juerga, en los bares y
discotecas que frecuentaba. Estudiaba sus puntos débiles, la cantidad de
alcohol que bebían, quienes eran sus novios, sus amistades y cualquier
otro detalle que le pudiera interesar. Sin ser un casanova, Ximo tenía
sus conquistas, la mayoría de ellas bastante efímeras y, aunque nadie lo
supiera, parecía tener una relación extraña y ambigua con el sexo
opuesto.A pesar de todo, en 1989, sus familiares y conocidos quedaron
atónitos cuando se enteraron que Joaquín estaba acusado de haber violado
a una joven de su ciudad, Castellón. María José, una chica de 18 años,
había acusado a Ximo de haberla agredido sexualmente. Ferrándiz había
golpeado con su automóvil la moto de la chica para que cayera y luego
socorrerla. Todo para subirla herida en su coche con la excusa de
llevarla al hospital para poder atarla, golpearla y violarla.
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María
José reconoció sin titubear a quien había sido su atacante en la rueda
de reconocimiento. Aun así, Ximo no se cansó de repetir que era
inocente, que jamás había hecho nada malo. Todo su círculo íntimo le
creía a rajatabla, sobre todo su madre, que se paseó por programas de
radio proclamando la inocencia de su hijo.Joaquín fue condenado a 14
años de prisión, pero por buena conducta, en 1995 empezó a recibir el
beneficio de la libertad condicional. En prisión no podían creer que una
persona de comportamiento tan ejemplar hubiera podido cometer tal
agresión.Tan solo tres meses desde su salida de prisión fueron
suficientes para que Ximo volviera a sus macabras andanzas. Aunque, a
partir de ahora, sus actuaciones serían mucho más drásticas. Su primera
víctima mortal fue Sonia Rubio, una joven estudiante de filología que
acababa de regresar de Inglaterra. Esa noche había estado en varios
bares y discotecas hasta que emprendió el camino de regreso a casa. Sus
amigos coincidieron en que era imposible que subiera al coche de ningun
desconocido. Y a Ferrándiz sí lo conocía, al menos de vista, del bar
Comix el cual ambos frecuentaban.
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Ximo
la invitó a subir a su coche, con la excusa de acompañarla a su casa.
El muchacho le parecía guapo y no pensó que pudiera llegar a hacerle
daño. De hecho, en un primer momento accedió al juego seductor de
Ferrándiz, hasta tal punto que se dirigieron a una zona que suele ser
frecuentada por las parejas. Pero la muchacha decidió no pasar a mayores
y terminó siendo violada y asesinada. De su paradero, no se supo nada.
Ximo siguió haciendo una vida normal como si nada hubiera sucedido.
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Nuevos crímenes, nuevo escenario
El
revuelo y movilización que causó la desaparición de Sonia Rubio en la
zona hizo que Ferrándiz empezara a fijar un nuevo perfil de victimas
para un futuro. Las tres próximas victimas serian prostitutas.
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Joaquín
era asiduo cliente de la zona de La Ralla, donde las prostitutas
heroinómanas no podian elegir a sus clientes. Una a una, se fue cobrando
las vidas de Natalia Archelós, Francisca Salas y Mercedes Vélez, todos
los crímenes acontecieron con muy poco margen de tiempo entre ellos.
Nada se supo de ellas durante un buen tiempo, hasta que las primeras
indagaciones comenzaron a orientar la investigación hacia los proxenetas
que las regenteaban.Poco a poco fueron apareciendo los cadáveres de las
cuatro mujeres que habían sido asesinadas por Ximo. Primero fue el de
Sonia Rubio, luego los de Nati, Merche y Paqui, las tres prostitutas
desaparecidas. Todos los casos presentaban demasiados cuadros en común.
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Pero
había una sola evidencia: un trozo de cinta marrón de 18mm pegado a las
bragas de Sonia. Ni semen, ni huellas, ni ningún otro elemento que
pudiera incriminar al asesino. Pero de algo estaban seguros los
investigadores de la Unidad Central Operativa (UCO): todas las muertes
llevaban el mismo sello de autor.
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Ferrándiz,
en el momento del hallazgo del último de esos cuatro cadáveres, había
conseguido empleo en Winterthur y estaba saliendo con su ultima
conquista, Maite. Durante el tiempo que duró la relación no había
cometido ningún nuevo crimen. Pero en julio de ese mismo año, momento en
que la joven lo dejó, volvió ha actuar.
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Después
de una noche caracterizada por el alcohol y la musica de discoteca, se
cruzó con Amelia García. La chica cayó seducida por Joaquín Ferrándiz.
Fueron a un descampado y mantuvieron relaciones sexuales. Pero algunos
meses después aparecería flotando desnuda en una balsa, aunque en un
primer momento este caso no fue directamente conectado con los otros
crímenes.
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Hasta
aquí habían llegado las andanzas criminales de Ximo, sobre todo por que
Claudio Alba, un camionero que habia sido el último chulo de las
prostitutas asesinadas, fue inculpado del crimen por la declaración de
una joven. Si Ferrándiz seguía haciendo de las suyas, echaría todo a
perder.Pasaron algunos años de tranquilidad, casi dos exactamente, hasta
que la joven que había acusado a Alba se derrumbó y desmintió su
primera declaración, lo que le valió la inmediata puesta en libertad. El
camionero no había sido el asesino de las prostitutas. Mientras tanto,
Ximo no podía controlar su agresividad y se mostraba cada vez más
violento, incluso en público. Ya había tenido varios altercados en
salidas nocturnas, incluso con sus propios amigos.
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El
15 de febrero de 1998 cometería el error más grande de su vida, el que
lo pondría en el punto de mira de todas las investigaciones de la UCO.
Atacaba a Lidia, una joven de 19 años a la que pretendía abordar, con la
mala suerte de que un vecino escuchó lo que ocurría y salió a ver que
pasaba. A pesar de la inteligencia con la que Ximo pudo manejar la
situación, la chica logro escapar y lo denunció, debido a sus
antecedentes ya estaba en la lista de los posibles asesinos.
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El principal sospechoso
A
partir de ese momento, Ferrándiz sería seguido a sol y sombra por la
guardia civil. Investigarían su comportamiento, sus actitudes, sus
actividades y todo lo que pudiera aportar un dato que sirviera para
esclarecer los siniestros crímenes de la zona.
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Una
teoría que empleaban los agentes del FBI indicaba que él,
perfectamente, podía ser el asesino: si se toma la mayor distancia entre
dos delitos cometidos por un mismo autor y se utiliza dicha medida como
diámetro, en el círculo que se puede trazar se encontrarán los demás
casos y el domicilio del agresor. Todo coincidía con Ximo.
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Pero
un hecho puntual sería la clave para la detención de Joaquin Ferrándiz:
un nuevo intento de agresión. Una joven de 21 años llamada Silvia había
sufrido un accidente –provocado por el psicópata- y había sido subida
en el coche de Ximo. Pero el seguimiento de la guardia civil impidió que
el asesino pudiera sumarse una nueva víctima y la chica terminó sana y
salva en el hospital. Este suceso, motivó que el juez autorizara un
registro en la casa de Ferrándiz. Ahí apareció ese elemento mínimo que
lo inculparía, algo que jamás había imaginado.Una cinta marrón de 18mm,
una medida que no se conseguía con facilidad en España y que estaba
pegada a las bragas de Sonia Rubio sería lo que terminaría llevándole a
prisión.Después, en el juzgado y tras un largo tira y afloja, Ximo
terminaría confesando los cinco crímenes que había cometido. Incluso
colaboró activamente en las reconstrucciones de todos los asesinatos,
dando detalles concretos que solo el asesino podía conocer, oficialmente
el caso estaba resuelto.
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Depredador sexual
Joaquín
Ferrándiz había subido a las cinco mujeres en su coche, las había
violado, golpeado, maniatado y estrangulado con su propia ropa interior.
Todas habían muerto por asfixia mecánica. Todas habían aparecido
desnudas. Amelia García tuvo que ser reconocida por ADN ya que sus
huellas digitales eran irreconocibles: Ferrándiz le había reventado los
dedos con un objeto contundente para que no pudieran reconocerla.
Joaquín Ferrándiz pertenecía a ese mínimo porcentaje de la población
mundial que siente un enorme placer por matar.“El agresor es una persona
que lleva una vida aparentemente normal, de carácter frío y hostil,
posiblemente vengativo, fácilmente excitable. Presenta procesos que le
conducen a pensar que las mujeres envían mensajes ambiguos que
desconciertan a los hombres”, había señalado la psicóloga Adriana Rey
con motivo del crimen de Sonia Rubio. Y estaba en lo cierto, esa
descripción correspondía con la personalidad de Ximo Ferrándiz.
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Los
crímenes perpetrados por Joaquín Ferrándiz se tornaron muy difíciles de
resolver en un primer momento por la habilidad con la que había
actuado, que lo emparentaba mucho con los serial killers
estadounidenses. De hecho, este caso recuerda aunque en mucha menor
escala a los asesinatos cometidos por Ted Bundy, uno de los mas grandes
psicópatas de la historia.
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Hoy
por hoy, Joaquín Ferrándiz Ventura, ese encantador pero perverso
muchacho conocido como Ximo, se encuentra cumpliendo una condena de 69
años de prisión. Seguramente el tiempo no le permitirá volver a repetir
sus andanzas.
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